Reformas... para un futuro mejor
Siempre he pensado que la economía se gestiona desde la política, particularmente para un proyecto socialdemócrata. O, dicho de otro modo, que la economía no puede derrotar a la política. Que la economía es un instrumento y que las reformas de carácter económico han de tener un sentido, un propósito, enmarcarse en un proyecto, en un sistema de valores. En este caso, evitar que la grave crisis que nos afecta acabe aumentando las desigualdades sociales. Creo que, con este nuevo impulso político decidido por el presidente del Gobierno, esto será más visible. Se podrán explicar mejor los contenidos y el alcance de las reformas. Reformas que no se hacen para los mercados, se hacen para los ciudadanos, para conseguir un futuro sostenible no sólo en términos económicos, también sociales y medioambientales.
Todo ello lo sabe el nuevo ministro de Trabajo e Inmigración, Valeriano Gómez, un hombre dotado de profunda sensibilidad social y de las cualidades necesarias para impulsar las reformas dinámicas que necesitan nuestras políticas activas de empleo. Porque sabe muy bien que gastamos mucho en desempleo, pero mal, que dedicamos más dinero a pagar subsidios y prestaciones que a formar mejor a los parados, cuyo porcentaje en cursos de formación es muy bajo y paradójicamente, ha descendido en estos tiempos de crisis. Y que hay una relación directa entre tasa de paro y porcentaje de parados en formación según comunidades: aquéllas que tienen mayor paro tienen menos porcentaje de parados en formación y viceversa, cuando debería ser al revés. Y sabe que todo esto debe ser cambiado, dentro de un proceso de reformas progresistas que nos doten de mejores herramientas para garantizar la igualdad de oportunidades. Es la persona adecuada para hacerlo y para explicarlo.
Porque Gobiernos y ciudadanos deben saber de los costes de la desigualdad. Con frecuencia, los conservadores y neoconservadores objetan el papel de las políticas públicas, de los Gobiernos, en la corrección de las desigualdades. Su papel es insustituible. Porque los costes de la desigualdad son mayores que las inversiones para garantizar la igualdad de oportunidades. Las sociedades desiguales (y la principal herramienta para la igualdad consiste en garantizar un empleo estable y de calidad para todos) tienen mayores tasas de violencia y criminalidad (lo que implica enormes costes), mayor fracaso escolar, menor expectativa de vida y menor crecimiento económico. Se precisa, pues, una ofensiva política, e ideológica, en defensa de los postulados socialdemócratas. Para explicar que las reformas, por difíciles que parezcan, tienen una finalidad. Que reformamos el sistema financiero, el modelo económico, el mercado laboral o el sistema de pensiones para dar más y mejores oportunidades, no menos. Y que dichas reformas tendrán éxito en la medida en que consigamos mantener las inversiones precisas en capital humano y capital social.
Y aquí, la sociedad española ha hecho grandes esfuerzos. Mayores con Gobiernos progresistas, pero lo que tenemos es el resultado de la acción de todos. Un sistema educativo igualitario, aunque necesitado de mejoras a favor de la eficiencia y la excelencia, y un capital social que sólo en la legislatura 2004-2008 aumentó, en cuanto al gasto social se refiere, en 2% de PIB, 78.000 millones de euros más. Y una sociedad con más derechos sociales y mejores prestaciones está mejor preparada para los cambios que exige la nueva economía. No es así extraño que la tasa de criminalidad se encuentre en muy bajos niveles históricos a pesar de la crisis tan aguda que padecemos. Y no es extraño que el barco pueda atravesar la tormenta sin que sus cuadernas se desencajen. Se debe a la inversión que he mencionado.
æpermil;sta será la tarea del nuevo Gobierno. Gestionar la crisis económica desde la política y avanzar en el proceso de reformas reafirmando los valores de la igualdad. Para desmentir con los hechos lo que pensaba el arquitecto de la desregulación, origen de esta crisis, Alan Greenspan: "La economía es lo que mejor mide los sentimientos públicos. La economía es superior a la democracia". Esto no es así y es tarea del Gobierno el desmentirlo y, entre ellos, de Valeriano Gómez. Suerte.
Jesús Caldera. Vicepresidente ejecutivo de la Fundación Ideas