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A Fondo

La última bala en la recámara de ZP

La política económica está correctamente orientada. El final de ETA está cerca. Y es urgente recuperar el diálogo con los sindicatos y mejorar la imagen del Gabinete.

Bajo estas tres premisas, José Luis Rodríguez Zapatero ha abordado una remodelación de Gobierno en la que mantiene prácticamente intacto al equipo económico, sitúa al ministro del Interior, Alfredo Pérez Rubalcaba, en el puente de mando de La Moncloa junto a Ramón Jáuregui, y coloca a un firme convencido de las ventajas del diálogo con los sindicatos al frente del Ministerio de Trabajo. Se trata de Valeriano Gómez.

Una de las piezas claves de la remodelación es la salida de María Teresa Fernández de la Vega de la vicepresidencia primera. Su tarea de coordinación entre ministerios estaba muy disminuida en esta segunda legislatura de Zapatero y su labor como portavoz del Gobierno resultaba, a los ojos de no pocos dirigentes socialistas, altamente ineficaz. El nuevo Ejecutivo que Zapatero ha oficializado hoy al mediodía cambia, pues, los equilibrios de poder y también el escaparate.

Los viernes de La Moncloa recuperan como portavoz del Ejecutivo a Rubalcaba y los lunes de la calle Ferraz dejarán de tener como portavoz a Leire Pajín, nueva ministra de Sanidad. Será sustituida como responsable de Organización del PSOE por el presidente del Gobierno aragonés, Marcelino Iglesias, un peso pesado del partido que hace tiempo renunció a repetir en el cartel electoral.

Con Rubalcaba en primerísimo plano, a la espera de que ETA certifique su final, con José Blanco en Fomento y como número dos del PSOE y con Marcelino Iglesias en la sala de máquinas del partido, Zapatero inicia una nueva etapa de su mandato, quizás la última, dando respuesta, un tanto tardía, quizás, a la presión de quienes en las últimas semanas, en público y en privado, han estado anticipando una catástrofe electoral en el supuesto de que el presidente no cambiara de rumbo. Esta es su última oportunidad para recuperar la iniciativa política.

Zapatero ha gastado, pues, la última bala que le quedaba en la recámara, convencido de que año y medio en política, el espacio temporal que resta hasta las legislativas, es un mundo. Mariano Rajoy debería tomar buena nota ya que en el debate presupuestario que acaba de concluir en el Congreso enseñó todas sus cartas, tal vez demasiado pronto porque corre el riesgo de llegar exhausto hasta la cita con las urnas. Pero todavía quedan dos estaciones clave: las elecciones catalanas de noviembre y las locales y autonómicas de mayo, en las que las perspectivas del PSOE son todo menos halagüeñas.

Nada está escrito y mucho menos cuando Zapatero sigue manteniendo la incógnita sobre si repetirá o no en el cartel electoral, un asunto que ha vuelto a eludir esta mañana en La Moncloa. De momento, en el Congreso de los Diputados sólo se observan hoy caras de felicidad entre los diputados socialistas. La derrota de las enmiendas de totalidad a los Presupuestos, gracias al pacto forjado por Zapatero con el PNV y Coalición Canaria, ha pasado a muy segundo plano. Veremos.

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