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Análisis

Valeriano Gómez, un hombre de la familia

Cualificado asesor de Cándido Méndez en los últimos veinte años, este economista andaluz de 53 años que se hará cargo del Ministerio de Trabajo, es el paradigma del "hombre de la familia", concepto utilizado históricamente entre los socialistas para catalogar a quienes practicaban activamente la militancia dual en el Partido Socialista y en la Unión General de Trabajadores, las dos moradas de la "familia socialista", que tras las broncas cruzadas de González y Redondo, han recuperado la cordialidad. Aunque el aserto de que "no hay peor cuña que la de la misma madera" se puso de manifiesto en los años del Gabinete González con reputados ugetistas como ministros de Trabajo (Almunia, Chaves, el propio Martínez Noval), porque las políticas económicas chocaban frontalmente con el ideario del sindicato y culminaron con la ruptura familiar, Zapatero ha demostrado que se puede gobernar con la UGT.

Valeriano Gómez, además de comandar la política laboral con Caldera al frente del Ministerio, cuando todo rodaba como la seda porque se creaba empleo a espuertas, contribuyó activamente a devolver el oxígeno financiero a la casa pobre de la familia, a la UGT, en una operación santificada por el Consejo de Ministros, pero aún pendiente de filtro judicial por recurso promovido por Comisiones Obreras. Además, ya en los primeros años noventa ayudó activamente a la UGT a recomponer sus maltrechas cuentas colaborando en la gestión de la formación profesional en el momento crepuscular de la aventura inmobiliaria del sindicato socialista, que le sepultó institucional y financieramente.

Si Corbacho llegó a Trabajo porque abanderaba desde la esfera municipal el discurso más severo con la inmigración dentro de los socialistas, aunque desconocía los contenidos que iba a gestionar tanto en empleo como en Seguridad Social, Valeriano Gómez sabe de esto. Ha sido ya secretario general de Empleo y ha mantenido actitudes de cordura y moderación en cuantas vueltas se le ha dado a la legislación. Es un hombre de diálogo con el que es francamente difícil enemistarse. Pero sigue defendiendo básicamente la legislación laboral que tenemos en materia de contratación y despido, si bien es ardiente defensor de remover con la ley y el pacto todas las rigideces que maniatan al mercado de trabajo con la estructural actual de los convenios colectivos.

Hombre de pocas palabras, camina lento. Nadie debe esperar cambios radicales en las instituciones laborales, sino giros livianos, porque en el fondo cree que todo está bastante bien como está, aunque se apesadumbra, como todos, de la espiral destructiva en la que ha entrado el mercado de trabajo. No levantará desaires entre la patronal y los sindicatos, pese a su parentesco reconocidamente ugetista, el que le llevó a manifestarse contra la reforma laboral de Zapatero el pasado día San Miguel. Curioso: el hombre que se ha opuesto frontalmente, hasta en la calle, aunque con la educación que le caracteriza, a la reforma laboral aprobada hace cuatro días, será el encargado de ejecutarla. Curioso. Pero, a fin de cuentas, es "un hombre de la familia".

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