Cómo estamos preparando la crisis de 2030
Algunos expertos afirman que la crisis que atravesamos en la actualidad, poco o nada tendrá que ver con la magnitud de la crisis que estamos preparando a la próxima generación. Sin embargo, tal afirmación no siempre apunta a la auténtica raíz del problema: el sistema educativo, y me refiero al escolar, también ha hecho crisis.
Como en el cuento clásico El traje nuevo del emperador, aquél en el que un niño se atrevía a descubrir la evidencia que el resto prefería ocultar, el sistema educativo escolar yace moribundo mientras unos y otros le administran aspirinas para aliviar el dolor de cabeza. Pero la realidad es otra: el emperador estaba desnudo, y el modelo de escuela que conocemos está agotado. Decir que la educación exige reformas es tan repetitivo como recurrente. Ahora bien, nunca, como ahora, nos hemos enfrentado a tantos desafíos. Y nunca, como ahora, ha sido tan imperativa, y tan posible, la transformación del modelo.
Cuando todos los sectores del tejido productivo hablan de transformación, parece obvio que la sociedad del aprendizaje le exija a su sistema educativo formal la necesidad, urgente, de transformarse. De no producirse tal transformación, que además debe ser global, ya que el sistema no es modular; las consecuencias las viviremos en dos planos. El primero se refiere estrictamente al sector educativo. El sistema actual, heredado de la Revolución Industrial, ya no ofrece respuestas en el contexto de una nueva revolución social. Nuevos agentes ajenos al sistema formal irrumpirán en él, desencadenando un proceso de innovación disruptiva sobradamente conocido en otros ámbitos. La educación, hoy, desborda los límites de las aulas, y sólo puede entenderse como un continuo, desde cualquier lugar, en cualquier momento y a lo largo de toda la vida. Esta realidad, que le ofrece al sistema tantas oportunidades, es un reclamo evidente para nuevos invitados.
El segundo plano es más profundo y compromete la capacidad futura de nuestro país para competir en un entorno global. He preferido referirme expresamente al sistema educativo escolar y no al universitario. El debate sobre el modelo universitario, con mayor o menor fortuna, ya se ha producido. Y además, parece pasar desapercibido el hecho de que, antes de llegar a la universidad o a los estudios de formación profesional, el sistema ya ha perdido un porcentaje de alumnos cercano al 40%. Perder uno de ellos ya es inaceptable, pero el conjunto coloca a España en un dificilísimo escenario. Semejante tasa de fracaso no se toleraría en ningún otro sector.
Es posible que el deficiente modelo de financiación de la enseñanza, que nos convierte a todos en beneficiarios de un servicio gratuito en vez de en clientes exigentes, tenga que ver con la complaciente actitud que presenta la sociedad. Si la situación hoy es grave, la realidad de un cambio de era impone nuevas necesidades.
Los jóvenes de hoy son distintos y se enfrentan a un futuro del que lo único que podemos decir es que es incierto. Sabemos, sin embargo, que cambiarán de trabajo entre 8 y 12 veces antes de los 38 años, que la inmensa mayoría realizará trabajos que hoy no existen y usará tecnología que todavía no ha sido inventada. De acuerdo con la Ley de Moore, nuestros alumnos de educación infantil dispondrán, cuando terminen la escolaridad obligatoria, de un dispositivo con una capacidad de procesamiento de 1,2 millones de MHz que costará 1 euro. ¿Estamos preparados? En un tiempo en el que la globalización ha nivelado nuestro terreno de juego con el de las grandes potencias emergentes, ¿no estaremos educando a los senadores romanos, mientras Roma arde?
Un sistema educativo diferente es posible. Un sistema que responda a las exigencias de este siglo y a la nueva identidad de nuestros alumnos. De todos estos asuntos han hablado los expertos en el Global Education Forum, para ofrecer una mirada provocadora y distinta sobre los retos y desafíos de la educación. Nos jugamos el futuro.
Nieves Segovia. Presidenta de la Institución Educativa SEK