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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

La ideología y la eficacia en el IRPF

El Gobierno está decidido a consumar la subida del impuesto sobre la renta de las personas físicas a los contribuyentes con rentas del trabajo más elevadas, concretamente a todos cuantos generen unos ingresos de más de 120.000 euros al año. La presión sindical y del sustrato más radical del Partido Socialista y sus aliados parlamentarios ha terminado imponiendo una decisión más ideológica que lógica, que jalea a un electorado que culpabiliza de la crisis a los económicamente más poderosos, pero que tiene una eficacia financiera prácticamente nula, ya que únicamente proporcionará una recaudación de unos 150 millones de euros entre menos de uno de cada cien contribuyentes. La decisión no es diferente a la que en otros países del entorno han puesto en marcha los Gobiernos para equilibrar los sacrificios fiscales en la carrera iniciada para recomponer los abismales desfases financieros de los Estados.

En España, en todo caso, los daños colaterales de la crisis, tanto directos como indirectos, han descargado más lastre sobre las rentas más bajas que sobre las altas, aunque ello no proporcione más racionalidad a la última decisión de Hacienda. Las rentas más modestas han soportado, por ejemplo, el principal ajuste del empleo, que se ha concentrado en los sectores manuales como la construcción residencial y los servicios de menor valor añadido. Además, las subidas de impuestos especiales y del IVA anunciadas hasta ahora, que sí proporcionan un significativo incremento de los ingresos, tienen un efecto cualitativo más elevado sobre las rentas bajas que sobre las altas.

Pero independientemente de su carácter financiero limitado, una subida parcial del IRPF rompe la estrategia seguida incluso por los socialistas en materia de fiscalidad directa. El mismo Rodríguez Zapatero, presidiendo otro Gobierno, aprobó no hace mucho una reducción significativa del IRPF en todos sus tramos, y colocó el marginal máximo en el 43%, cuando la expectativas financieras no eran ya precisamente holgadas, porque la crisis comenzaba a enseñar los dientes. Tal como han advertido esta misma semana los servicios de estudios de las cajas de ahorros, equilibrar las cuentas públicas supone subir todos los impuestos, entre ellos el IRPF, pero en todos sus tramos. Sólo así perderá el carácter ideológico de este ajuste, y recuperará el sentido financiero del que ahora carece.

No tiene sentido ningún ajuste impositivo que no esté encuadrado en un plan realista de recuperación del equilibrio fiscal, pero que a la vez respete el papel de estimulador de la actividad que deben tener los impuestos. Y desde luego carece también de sentido siempre que no vaya acompañado de un plan de estricto control de los gastos públicos que pretende financiar, y que en muchos casos también resta capacidad de crecimiento, en vez de elevarlo.

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