El pacto energético ha muerto (o casi)
Porque, en realidad, ha servido para lo que pretendían unos y otros. A los unos, a los que deberían haber decidido ya en julio una subida de la tarifa eléctrica para no aumentar aún más el ominoso déficit, les ha servido para no hacerlo y, como decimos en Cataluña, qui dies passa, anys empeny. Finalmente parece que, de forma algo vergonzante, se atreven a proponer una subida vendible de menos del 5%. A los otros, a los que se oponen a todo, para oponerse a cualquier subida (cuando nosotros mandábamos, dicen, las tarifas eléctricas bajaron, en lugar de subir). Y mientras tanto, la casa sin barrer.
¿Qué deben pretender unos y otros? Veamos. Hace ya algún tiempo me pareció entrever en la inacción del Ejecutivo y en el discurso de la oposición que lo que en el fondo se pretendía era hacer entrar en default a las empresas eléctricas y así tener algún tipo de excusa para intervenirlas. Nada nuevo, por cierto, ya que ha sido práctica habitual en mi querida Latinoamérica con la que nos unen tantos lazos.
También, por cierto, en España tenemos el antecedente de la Barcelona Traction. Pero me respondí a mí mismo: imposible. Esto no es Latinoamérica sino Europa, con unas directivas que tratan de homogeneizar el teórico mercado único de la energía y con unos mecanismos de control que tratan de evitar estos comportamientos de sus Estados miembros. Sin embargo, tampoco de Europa cabe esperar grandes lecciones de racionalidad económica. Vayan dos ejemplos: uno, España ha propuesto a la Comisión Europea un plan para el carbón nacional, respuesta a la bronca con el sector de la minería, y Europa mira hacia otro lado, contestando tímidamente que la solución del carbón debe ser general para Europa. Dos, España adeuda al sector eléctrico 20.000 millones de euros (o más) y Europa no ha hecho el mínimo pronunciamiento en el sentido de la falta de sinceramiento de precios al consumidor (se trata, dicen, de un tema dejado a la subsidiaridad de cada Estado miembro).
Europa es como don Tancredo, que está pero no interviene, hasta que la contradicción es tan flagrante que no le queda más remedio. Todos los agentes del sector energético español tenían grandes esperanzas depositadas en este nonato pacto energético. Se deberían haber abordado temas de relevancia, entre ellos, cuál debería ser el adecuado mix energético para España, con el consiguiente abordaje de temas tan polémicos como el futuro rol de la energía nuclear o el potencial recorrido pendiente de las renovables o el futuro del carbón en la producción eléctrica, o cómo abordar ante las instituciones europeas el desbloqueo del lado norte de España del desarrollo de las infraestructuras energéticas que nos permitan una mayor vinculación, dejando de ser isla energética.
Además de cómo trazar una hoja de ruta de recuperación del déficit tarifario que, por su volumen, ha ascendido a la categoría de burbuja y que por las limitaciones de las subidas tarifarias políticamente aceptables no hacen más que aumentar la bolsa y elevar el problema a insostenible; cómo decidir el ATC seleccionando la mejor solución, sin contaminación política en su proceso; cómo mejorar la retribución de las redes de la distribución eléctrica para garantizar la calidad del servicio y afrontando el dilema jurisdiccional de ser actividad en manos de las autoridades autonómicas pero manteniendo la decisión de su retribución en manos del Ejecutivo central; cómo progresar en el uso eficiente de la energía, emitiendo las adecuadas señales de precio y apoyando la innovación, tal como las redes inteligentes, o la cogeneración, o afrontando las verdaderas barreras para la implantación masiva del coche eléctrico, fuera de la arena de la declaración política de corto recorrido.
Es una pena que el sector haya caído en España bajo la órbita de unos partidos políticos que usan cualquier excusa para echarse por la cabeza temas tan importantes como el de la política energética, no importándoles la viabilidad de sus agentes económicos. Con estos fierros, difícil será prosperar y tratar de entrar con mejor pie en el futuro.
Jordi Dolader. Presidente de Mercados de EMI (Energy Markets International)