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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

El lento caminar de las mejoras regulatorias

El segundo aniversario de la quiebra de Lehman Brothers, cumplido ayer, coincide con la aceleración de las tareas que impulsó el G-20 para modificar las reglas que rigen los mercados financieros. Básicamente, los líderes planetarios prometieron más transparencia, más control y una regulación menos permisiva para evitar que se repita una crisis global como la actual, que empezó siendo financiera para transformarse en la recesión económica mundial más devastadora desde la Gran Depresión.

Aunque tímidamente, ya se empieza a vislumbrar el fruto de aquella encomienda y se va conformando el armazón de lo que debe ser la nueva arquitectura de control financiero internacional. Es de prever que no será una herramienta infalible, sin embargo sí supone la actualización de un modelo que había quedado obsoleto e inservible ante una la globalizada industria financiera. Es obvio que sólo una coordinación mundial permitirá detectar nuevos riesgos y establecer los mecanismos capaces de atajarlos a tiempo. Los primeros pasos en este sentido, dados desde distintos países y organismos, van en la buena dirección.

A pesar de nacer con evidente retraso desde aquella primera reunión del G-20 en Washington, en noviembre hará dos años, se están dando avances importantes. La delantera en esta cruzada regulatoria la ha tomado EE UU, el único país que de momento ha plasmado en una norma sus nuevas exigencias. El presidente Barack Obama firmó la ley Dodd-Frank de regulación bancaria el pasado 21 de julio. La voluntad de Obama, máxime artífice de la reforma, debe ser emulada. Aunque la exigencia a EE UU era doble, no en vano, la crisis subprime, origen de la hecatombe financiera, se originó por el escaso control y la laxa reglamentación de aquel país, cuya necesidad de mejoras regulatorias era flagrante.

La primacía en el proceso de reformas de EE UU puede dejar al resto peligrosamente rezagado. Por eso resulta más positivo que el Banco de Pagos Internacionales de Basilea haya anunciado el plan de puesta en marcha de las normas que han de cumplir los bancos a partir de ahora para conjurar las crisis, especialmente el fortalecimiento del capital, lo que contribuirá a generar un sistema financiero internacional más sólido.

La Comisión Europea hizo lo propio ayer mismo con la regulación de los derivados que actualmente se negocian a través de mercados no regulados OTC (over the counter). Igualmente, pondrá coto a las ventas en corto al descubierto; es decir, sin poseer los activos sobre los que se especula. En este último punto, su gran virtud es la armonización nacional, pues en países como Francia, Alemania y España estas operaciones ya están prohibidas. No así el control de los derivados. El comisario de Mercado Interior, Michel Barnier, anunció que estas operaciones tendrán que realizarse a través de cámaras de contrapartida autorizadas por las autoridades nacionales. æpermil;stas, frente a los OTC, están reguladas y, por tanto, tuteladas. Como acertadamente escenificaba el presidente de la Comisión Europea, José Manuel Durão Barroso, se ha terminado la época de apostar si la casa del vecino se quema, aludiendo a los inversores que compran o venden derivados sin poseer el activo subyacente.

El control de los derivados se ha demostrado imprescindible en la reciente crisis de deuda soberana, cuando especuladores atacaron las finanzas públicas de países comunitarios -incluida España- realizando operaciones de derivados sobre CDS (credit default swaps) que se utilizan para cubrirse de riesgos de impago de algún activo. Cuando se apruebe definitivamente el reglamento comunitario, la compraventa de CDS quedará registrada, lo que dotará a ese mercado de mayor transparencia.

Pero la UE no sólo avanza en la regulación. También lo hace en el control y la prevención, con la creación de una autoridad europea de los mercados bursátiles (ESMA) y un nuevo comité de riesgos sistémicos. Se están haciendo las cosas que se deben y en la dirección correcta para regular eficientemente el nuevo marco financiero internacional. Lo malo es que el proceso se desarrolla al paso del caracol, cuando los mercados actúan a la velocidad del rayo. Y que muchas de las nuevas medidas tardarán años en hacerse efectivas.

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