Burbujas de champán para medir la economía
Constituido en un bien de lujo desde hace cuatro siglos, el champán francés se asocia a celebraciones y altos estándares de vida. Como mercado experimenta crisis cíclicas cada tres o cuatro años. La más grave de las últimas cinco décadas fue la de 1974, coincidiendo con la crisis del petróleo. Las ventas se derrumbaron entonces un 14%. En 1982 y en 1991 se acusaron descensos del 7%. El nuevo siglo, sin embargo, trajo una etapa de amplia mejoría que alcanzó su cenit en 2007. Pero con la llegada de la recesión, el aciago 2008 se cerró con un declive del 8%. Y el año pasado, el efecto se recrudeció con un descenso de las ventas del 9,3%, como indican las cifras recogidas por el Comité Interprofesional del Vino de Champaña (CIVC).
Los vaivenes del mercado del champán son bien conocidos. El periodo de caída suele durar de uno a dos años, mientras que el de recuperación se prolonga por tres años, con uno de estancamiento. Lionel Breton, máximo responsable de Martell Mumm Perrier-Jouët, considera que el champán es "un buen barómetro de la moral de la gente, ya sea en función de los éxitos cosechados o los malos tiempos a resistir". Su departamento, dependiente de Pernod Ricard, aúna las marcas de espumoso y coñac del gigante de los espirituosos porque, además de provenir ambos destilados de la uva, "ambos productos son y serán franceses", sentencia Breton.
Para el ejecutivo del grupo erigido en æpermil;pernay, en la Champaña francesa, hay tres aspectos fundamentales para la definición de lujo que requiere su etiqueta más elitista, Perrier Jouet: tener una historia, añadir creatividad (fue la primera compañía en reducir el nivel de azúcar) y corresponder a las exigencias del consumidor en torno a los conceptos de deseo y placer.
Mumm, la gama económica del conglomerado, se mantiene entre las tres marcas más vendidas, con un volumen de 614.000 cajas de nueve litros distribuidas el año pasado, según datos del Registro Internacional de Vinos y Espirituosos (IWSR, de sus siglas en inglés). Moët et Chandon ocupa el primer puesto, superando los dos millones de cajas, por encima de Veuve Clicquot, con cerca de un millón y medio. En cuanto a los propietarios, Louis Vuitton lidera el ranking con Moët. Le siguen Vranken Pommery y Pernod Ricard.
En realidad, el mercado del champán está muy fragmentado. En total, existen más de 12.000 marcas, que facturan en torno a 3.700 millones de euros al año. El reparto se lo llevan principalmente las cerca de 300 casas especializadas, con un 66% de cuota. Los cultivadores de vino, divididos en cooperativas, se asignan el restante 34%. En cuanto a la presencia internacional de las marcas, ésta se limita en sólo un 30%.
Francia sigue siendo el principal consumidor de champán, con alrededor de dos millones de cajas al año. A continuación le acompañan Reino Unido, Estados Unidos, Italia, Alemania y Japón, en ese orden. España, con 213.000 cajas el año pasado, es el noveno importador del mundo. Llama la atención la ausencia de los países emergentes en la lista. De los BRIC, "sólo India muestra mayor interés", asegura el directivo de Pernod Ricard.
Vuelven las celebraciones
Con todo, las previsiones de futuro son alentadoras. El último informe del CIVC muestra una tendencia positiva en el mercado del champán durante los pasados doce meses, estimada en un crecimiento del 3,6%. Y de las marcas de Pernod Ricard, tanto Mumm como Perrier Jouët, destacan haber observado un buen comportamiento en la zona de Asia-Pacífico, especialmente en China, Japón y Australia. Rusia y Brasil también les han reportado buenos resultados.
Brindis con denominación de origen
El control de la calidad del vino por regiones, ideado en Francia, es uno de los principales reclamos del champán y escudo a su vez frente a la competencia. Pese a la aparición de productos similares de creciente calidad, como el cava catalán, el gran espumoso galo mantiene su predominio al amparo de estrictas reglas para su elaboración.Champán es, de hecho, una definición legal aplicada al territorio (y sus peculiaridades en el clima, el suelo y el subsuelo, así como el proceso tradicional de doble fermentación) que ha sido discutida en numerosas ocasiones.De su regulación se encarga el Comité Interprofesional del Vino de Champaña, una institución estatal que establece cuatro requisitos fundamentales.En primer lugar, se exige una recolección totalmente manual de la cosecha, formada por tres tipos de uva: la Pinot Noir, con plantaciones que representan en torno a un 38% del volumen total; la Pinot Meunier, con un 34%; y, por último, la Chardonnay, con un 28%.En segundo lugar, las cantidades de cosecha autorizadas se fijan según dos criterios: la calidad de las uvas y el stock promedio.Otro punto importante es que la fecha de la recolección se determina en función del grado de madurez de la uva.En último lugar, se requiere un proceso de envejecimiento de un mínimo de 15 meses para los vinos jóvenes (ampliado en tres meses desde 1992) y de tres años para los caldos añejos.
La cifra
3.700 millones de euros es la facturación del sector del champán durante el pasado año. En total, existen más de 12.000 marcas.