Compaginar ajuste fiscal y crecimiento
El presidente de Estados Unidos ha mostrado las aparentes diferencias con que se afronta la crisis a ambos lados del Atlántico: mientras su Gobierno teme una previsible recaída económica, los estadistas europeos sienten pánico ante una hecatombe financiera generada por unos déficits fiscales excesivos. Barack Obama anunció el lunes un plan de estímulos que movilizará 39.000 millones de euros en seis años en carreteras, ferrocarriles y aeropuertos y hoy podría desvelar un complemento de otros 230.000 millones de euros en ventajas fiscales para las empresas. Pretende con esta inyección de capital público dinamizar la economía estadounidense, que no despega por sus propios medios, algo patente con el recorte a la baja de los datos del crecimiento del PIB del segundo trimestre (1,6%) y el desempleo acercándose peligrosamente al 10%.
Es difícil elegir cuando las alternativas son primar el crecimiento -a costa de un déficit presupuestario insostenible- o sanear las cuentas públicas -pero deprimiendo una actividad bajo mínimos-. Parece evidente que en estos momentos la respuesta está en el punto medio. Cierto que el déficit fiscal, que siempre se acaba financiando con deuda pública, es una rémora que pesará sobre futuros Gobiernos, por lo que hay que saber gestionarlo con sentido común y mesura. Sin embargo, una crisis tan larga como la actual exige un conjunto de respuestas continuadas y resulta evidente que las incertidumbres económicas todavía no se han desvanecido, ni mucho menos. Lo que aconseja mantener algún nivel de estímulo público para impulsar el crecimiento y poder recolocar a los parados que se acumulan por cientos de miles en todas las economías occidentales.
Los duros ajustes fiscales acometidos por los Gobiernos en la pasada primavera estuvieron condicionados por el pavor que atenazaba los mercados internacionales ante un posible default de alguna economía comunitaria. Aún hoy, la prudencia debe imperar, pues no se ha recuperado plenamente la confianza, como se demuestra estos días con el repunte de las tensiones de la deuda pública de países como Irlanda, Portugal o Grecia. No obstante, en el caso de España o Reino Unido empieza a despejarse el panorama financiero aunque, por contra, la recuperación económica apenas se vislumbra. Ello justifica que surjan voces, sensatas, pidiendo dulcificar los ajustes.
El Ejecutivo español ha respondido rebajando en 700 millones el recorte en obras públicas para 2011 y acelerando el Plan Extraordinario de Infraestructuras (PEI). æpermil;ste, dotado con 17.000 millones hasta 2013, tiene la virtud de ser financiado, en un primer momento, por la iniciativa privada y que las primeras actuaciones se licitarán este año. En proporción, poco tiene que envidiar al plan Obama.