Dulce empresa familiar..., a veces
Los dueños de Gullón están dispuestos a ceder para llegar a un acuerdo.
Comunicación. O mejor dicho, ausencia de ella. Dos empresas españolas llevan meses en la cuerda floja debido a su intrahistoria familiar: problemas que se enquistan, fundadores-patriarcas que no delegan en las nuevas generaciones y disparidad de criterios que van más allá de la sala de reuniones del consejo de administración.
Pero, mientras una empieza a atisbar la solución a sus problemas -o al menos eso deja traslucir-, la otra está en punto muerto. Por un lado Gullón, uno de los mayores grupos galleteros de España; y por otro Eulen, la mayor compañía ibérica de servicios.
Cuando una empresa familiar inicia su andadura, ninguno de sus integrantes piensa que va a saltar por los aires. Así pasaba en Gullón hasta hace sólo unos meses. María Teresa Rodríguez llevaba desde principios de la década de 1980 al frente de la empresa galletera palentina. Su marido, José Manuel Gullón, falleció de forma inesperada en un accidente de tráfico. Ella se hizo cargo de la compañía y dio entrada a un directivo externo, Juan Miguel Martínez Gabaldón.
Un tándem que hizo crecer Gullón y convirtió la empresa en uno de los principales fabricantes españoles de galletas, tanto de marca blanca como de las firmadas con la rúbrica del nombre familiar. Sin embargo, parte del seno familiar veía más sombras que luces en la gestión de Martínez Gabaldón.
Dos hermanos y tres de los hijos de María Teresa Rodríguez (una hija la respalda) forzaron su marcha de la presidencia, así como el despido del entonces director general. El motivo: serias dudas sobre su gestión, la compra de acciones, presuntamente, sin el conocimiento del núcleo duro de la familia Gullón y la adquisición de unos terrenos (que Gabaldón colocó a su nombre) donde la compañía tenía prevista su ampliación. Su marcha conllevó la llegada a la dirección del grupo de la nueva generación, con Félix Gullón al frente.
La disputa dio el salto a los tribunales -incluso por la vía penal- y a la prensa. Un terreno donde los dimes y diretes quedan negro sobre blanco. De hecho, trasladar la disputa a los diarios suele ser una estrategia bastante habitual en la disputas familia-empresa. Un terreno a priori neutral, donde se puede convencer de los argumentos propios y desacreditar al contrario o, al menos, intentarlo.
Sin embargo, en el caso de Gullón parece que el papel determinante lo han jugado los tribunales. El despido de Martínez Gabaldón fue improcedente, según el Tribunal Superior de Justicia de Castilla y León. Por ello, determinó que la compañía debía readmitirlo como director general -cargo que ahora ocupa Félix Gullón- o abonarle una indemnización de 8,23 millones de euros. Para la empresa palentina asumir este pago es impensable, así que los herederos de Gullón han tenido que plegar velas y asumir el regreso de Martínez Gabaldón. "Estamos dispuestos a cualquier cosa para conseguir esa paz que tanto necesitamos", reconocía Félix Gullón la pasada semana. Incluida la retirada de las causas penales.
Y hoy es el día. El ex director del grupo está llamado a volver a su cargo por la dirección de la empresa, al mismo tiempo que Gullón celebra un consejo de administración que se presenta, cuanto menos, interesante. No en vano, María Teresa Rodríguez acudirá previsiblemente a la reunión. Además, el consejo se celebra sólo una semana antes de que Gullón celebre una junta de accionistas extraordinaria, que la ex presidente reclama desde hace meses para convertirse en administradora única de la sociedad. Es decir, el calendario marca siete día hábiles para que la familia Gullón llegue a un acuerdo que evite una escisión, quizás, definitiva. Al menos, los dos bandos están por la labor.
Más lejos parece la solución en Eulen. En este caso se trata de la disputa familiar por dos sociedades que se entrecruzan y donde la solución puede pasar por dar cabida a nuevos personajes. Por un lado, el fundador de Eulen, David Álvarez, fue desalojado por cinco de sus siete hijos del consejo de El Enebro, la sociedad que controla la bodega española más envidiada, Vega Sicilia. Álvarez cree que sus vástagos no tienen la potestad de desalojarlo del poder. Argumenta que, tras la muerte de su esposa, él tenía en usufructo el 51% de la sociedad El Enebro y de sus derechos políticos.
Pero David Álvarez también tiene el control, esta vez de forma directa, del 51% del capital del grupo Eulen, donde también está respaldado por dos de sus hijos, con lo que eleva las acciones en su bando hasta el 65%.
David Álvarez se autodesignó a principios de año como administrador único de Eulen -un movimiento similar al que pretende María Teresa Rodríguez en Gullón- y ahora su objetivo es constituir un nuevo consejo de administración. Su intención es dar cabida a consejeros independientes que den una perspectiva nueva a la sociedad.
En la última junta, además, Álvarez decidió que la designación de estos nuevos consejeros la llevarían a cabo "expertos independientes", si bien estableció el requisito de que para la constitución del nuevo órgano de gobierno era imprescindible que existiera consenso sobre su número e identidad. Una tarea que, de momento, no parece fácil. Primero, ambas partes tendrán que sentarse, limar asperezas y acercar posturas. "No podemos continuar en la razón y en la sinrazón, son mis hijos y por lo tanto debemos llegar a un acuerdo", ha asegurado públicamente Álvarez.
Dice el profesor del Instituto de Empresa, Manuel Bermejo, que la sucesión de las compañías familiares es como una carrera de relevos. Basta un mal movimiento para que se caiga el testigo y se fracase. En el caso de Gullón y Eulen, hace tiempo que cada bando familiar corre a su ritmo y por calles distintas.