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Tribuna
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La crisis global desde Latinoamérica

Estoy pasando unas semanas en Argentina trabajando con una beca Fulbright. Antes las malas noticias venían de Latinoamérica, ahora de España. Al llegar a Buenos Aires fui recibido por los titulares de uno de los periódicos locales: "Crisis, desocupación, miseria, despidos, baja de salarios, fin de los planes sociales, violencia, ajuste, sumisión al FMI y éxitos deportivos: los países más pobres de la tierra saludan a los españoles: ¡Bienvenidos al Tercer Mundo!"

Dejando de lado esta anécdota, sin duda que una de las grandes sorpresas de esta crisis global es el contraste entre una región que se está recuperando rápidamente tras la crisis mundial, y la situación en Europa y EE UU que temen caer en una nueva recesión.

Pese a que los indicadores sociales de la región siguen siendo preocupantes, está creciendo con fuerza como recogía El País recientemente. Tras caer el 1.9% en 2009, este año se espera que el PIB latinoamericano suba una media del 5.2% (Argentina un 5.4%). Además, este crecimiento se está repercutiendo en el empleo, que crece al 2.8% anual.

La inflación, una de los grandes retos recientes para Latinoamérica, también esta registrando datos positivos en países como Brasil (5.9%), o Chile (3.8%). Argentina es, desafortunadamente, una de las excepciones. Según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), una institución fuertemente criticada desde hace años por la presunta manipulación de los indicadores oficiales (popularmente se la ha renombrado como el indek en referencia a su presunto control por el matrimonio Kirchner), la inflación de 2009 fue del 7,7% mientras que para un grupo de economistas independientes superó el 22%.

¿Qué explica estos resultados? Las personas con la que he hablado de este tema en Argentina están de acuerdo que el factor más importante ha sido el sostenimiento de los precios de las materias primas, que a diferencia de crisis anteriores no han caído empujados por la gran demanda de los países asiáticos (Asia e India). Esto ha sido clave para una región que depende en gran medida de sus exportaciones de materias primas (6 de cada 10 dólares), y le va a permitir tener un déficit de cuenta corriente de sólo el 0.7% del PIB este año. Además se ha favorecido mucho del aumento del comercio intrarregional.

Sin embargo es importante también destacar que el éxito de éstos países se debe también al acierto de las políticas económicas que los gobiernos de la región implantaron antes de la crisis. El comportamiento fiscal y macroeconómico de la mayoría de estos gobiernos, que aprendieron de los errores de los 90, ha sido prudente: han acumulado reservas en sus bancos centrales y fondos anticíclicos, lo que les ha permitido la aplicación de políticas contracíclicas durante la crisis. Además los niveles de deuda pública bruta son bajos: Chile, 12% del PIB; México, 32%; Argentina 50%; y Brasil, 51%; y los déficits fiscales han sido muy moderados (la media será del 2.4% este año) y los gobiernos apenas han recurrido a ellos para estimular sus economías.

Pese a estos buenos resultados, Latinoamérica todavía confronta grandes retos: según el BID un 44% de la población es pobre y un 40% de esos viven con menos de un dólar diario; el 20% más pobre de la población recibe sólo el 3% de ingresos, y el 20% más rico el 57%; y el 21% de los jóvenes de 14 a 24 años no trabaja ni estudia (en Argentina hay más de 700.000 menores fuera del sistema educativo). También hay disfuncionalidades que han permitido el auge del crimen organizado y del narcotráfico, favorecidos por las debilidades de muchos de éstos estados.

Además, la región debe todavía afrontar retos institucionales y microeconómicos, que incluyan reformas en el sector público para hacerlo más eficiente; de sus estructuras impositivas para poder obtener mayores ingresos tributarios; así como mejoras en las estrategias en la lucha contra la pobreza.

En Argentina noto consenso en que el gran reto, una vez más, será como gestionar el éxito. En periodos anteriores la abundancia termino en crisis, acentuó la pobreza, y aumento la concentración de la riqueza.

Andando por las calles de Rosario (muy beneficiada por los altos precios de la soja) y viendo los nuevos edificios fastuosos, los altos precios de casi todos los bienes, y el consumo, es difícil evitar pensar que "esta película ya la hemos visto". Es de esperar que esta vez los países sepan invertir estos beneficios en actividades productivas y que el final sea diferente.

Sebastián Royo. Profesor de la Universidad de Suffolk

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