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César Alierta. Presidente de Telefónica

De mago de las finanzas a amo de las 'telecos'

Al igual que José Luis Rodríguez Zapatero al frente de la secretaría general del PSOE, César Alierta Izuel (Zaragoza, 1945) acaba de cumplir 10 años al timón de Telefónica. En cambio, a diferencia del líder socialista, el ejecutivo aragonés ha logrado cerrar este periodo en uno de sus mejores momentos profesionales, con un logro largamente ansiado. Convertirse en el líder del disputado mercado brasileño.

Alierta pasa por ser un experto en los entresijos bursátiles y un refinado financiero. Quienes le han tratado resaltan su sencillez, su escaso apego a las formalidades y su querencia por saltarse los protocolos. Quienes han mantenido negociaciones o reuniones de trabajo con él se rinden ante su rapidez de reflejos y de pensamiento, lo que le permite ir un paso por delante. Hábil y profundo conocedor de las entretelas de las finanzas, gran experto del mundo de la empresa -y fiel seguidor del Real Zaragoza; de hecho, su padre fue además de alcalde de la capital presidente del club- el directivo se ha esforzado por rodearse de directivos de notable valía sin abandonar por ello funciones ejecutivas.

Este constante control del negocio ha convertido sus 10 años en la presidencia en un voraz camino hacia la expansión internacional, aprovechando las bases que sentó su antecesor, Juan Villalonga. En ese periodo, Telefónica ha duplicado sus ingresos, ha más que triplicado sus beneficios y ha multiplicado por cuatro sus clientes. Y todo, con una efectividad empresarial rara vez replicada en España que le ha llevado a entrar en el competido mercado británico, a rivalizar con el magnate mexicano Carlos Slim por la hegemonía latinoamericana y a atreverse con el mercado chino.

El poder político tampoco se le ha resistido. Su ascenso a la presidencia llegó durante el Gobierno del PP. Su gestión, sin embargo, le ha permitido mantenerse tras la llegada del PSOE. Y no sólo eso. Pocos como él, además, pueden decir que ha provocado la intervención directa de un Gobierno para frenar, y sólo temporalmente, uno de sus movimientos empresariales.

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