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La consolidación de las 'telecos'

Una llamada pone fin a cien días de pelea por Vivo

Los contactos discretos han sido más efectivos entre PT y Telefónica que la batalla ante los focos públicos.

Una llamada pone fin a cien días de pelea por Vivo
Una llamada pone fin a cien días de pelea por VivoBLOOMBERG

Durante 12 días, se hizo el silencio entre Telefónica y Portugal Telecom. No hubo contactos, al menos oficiales. Reinó la discreción. Un romance que ha aireado incluso sus mayores intimidades y desavenencias ha llegado a un final feliz gracias a un encaje de piezas movido en secreto. Y a una llamada de última hora que ha dado forma a ese difícil ensamblaje.

La española había decidido que su último plazo para comprar Vivo era el 16 de julio a un precio de 7.150 millones y, pese a su manifiesto interés por la filial brasileña que comparte con PT, no se había movido de ahí. Decidió mantenerse firme, según la versión oficial. Hasta la madrugada del sábado 17 de julio cuando, según fuentes cercanas a las negociaciones, los contactos y los faxes cruzados fueron frenéticos. Su respuesta fue inflexible, desconfiaba y no aceptó aumentar los plazos ni incrementar su oferta. Y ahí quedó. Por el momento.

No era el final de la batalla pero ambos jugadores sabían que las opciones no pasaban por continuar peleando, menos aún a la luz de los focos públicos. La pugna había dado los resultados ya conocidos. Telefónica se arriesgaba a perder su objeto de deseo; que el consejo de administración rechazara una oferta apoyada por la mayoría de los accionistas o que el Gobierno luso volviera a vetar la oferta, haciendo uso del arma arcaica de la acción de oro, condenada por Bruselas. Ya habían pasado por demasiados sobresaltos. Tenían que repensar su estrategia y esperar a ver si su rival movía sus fichas.

PT, por su parte, jugó su baza hasta el final. El consejo del 16 de julio no había rechazado los 7.150 millones de euros ofrecidos por Telefónica en ese momento por Vivo pero tampoco los había aceptado. No fue una posición de ruptura, sólo pedía más tiempo a su pretendiente. No habían podido poner de acuerdo a los miembros del consejo y ellos no tenían prisa. Al fin y al cabo, había sido el presidente de Telefónica, César Alierta, el que había asegurado tajantemente que "esto se acaba el día 16". Necesitaban "un aplazamiento", una extensión "final" del plazo hasta el día 28, hasta el día de ayer. Telefónica, desairada por el veto del Gobierno, no cedió. Pero PT sabía que tenía un as en la manga.

Brasil es vital para Telefónica así que, o se le presentaba a la española otra ocasión para consolidar su posición en el mercado carioca o Vivo iba a continuar siendo un objetivo. Desde que el 6 de mayo Telefónica le mandó confidencialmente su primera oferta por Vivo de 5.700 millones, la portuguesa sólo ha buscado defenderse, convencer a sus accionistas de que les apoyaran para preservar su empresa de la pérdida de su mejor activo. No podía atacar sacando la chequera porque no puede competir con la capacidad financiera de Telefónica pero decidió morir matando. Tenía que ceder en un momento dado y se preparó para la rendición. No podía arriesgarse a que Telefónica se decidiera a llevar el asunto a los tribunales de arbitraje holandeses para pedir la disolución de Brasilcel, la sociedad que agrupa los intereses de ambas en Brasil.

A la hora de soltar la joya de la corona, necesitaba tener la espalda guardada y un buen acuerdo firmado. Ese pacto sin conflictividad entre los consejos de ambas sería mucho más difícil de derribar por el Gobierno luso con su acción de oro, porque, pese a que el Tribunal de la UE declaró ilegal este veto en PT, Lisboa parecía que iba a apuntarse a la vía del obstruccionismo a la hora de cumplir la sentencia.

Al final, la acción de oro sólo perjudicó a Telefónica, paralizando el proceso cuando ya estaba aceptada la operación por los accionistas. El presidente de PT, Zeinal Bava, reconoció ayer que el veto gubernamental sirvió a la empresa para "ganar tiempo para la búsqueda de una solución alternativa". En la madrugada de ayer, al fin mostró sus cartas.

La lusa levantó el teléfono y aceptó vender pero por 350 millones más. Aumentó la oferta hasta los 7.500 millones por su 30% de Vivo y quedaron salvados a nivel político, según comentan en el sector. Además, ambas conversarán para formalizar una alianza industrial. Pierde a cambio ciertas condiciones pactadas en el acuerdo anterior, como el reparto de dividendos no distribuidos de Vivo.

Y no se queda fuera de Brasil. Junto al acuerdo definitivo de venta, PT hizo público que ha cerrado una sociedad "estratégica" con Oi, la cuarta operadora móvil del país suramericano. Vivo ya es "el pasado" y Oi, "el futuro", dijo Bava. Página pasada.

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