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Editorial
Es responsabilidad del director, y expresa la opinión del diario sobre asuntos de actualidad nacional o internacional

Cuando regrese la demanda solvente...

La confianza y la liquidez no volverán de un día para otro, pero los mercados tienen que ir funcionando mejor cada día, porque ahora ya se sabe todo, ya se conoce cómo está cada entidad financiera en Europa, y yo parto de la base de que la gente no es tonta". Con estas palabras expresaba el pasado viernes el gobernador del Banco de España, Miguel Ángel Fernández Ordóñez, su fe en la recuperación paulatina de la normalidad en los mercados financieros, tras unos cuantos trimestres de dudas sobre la solvencia que habían secado el interbancario. Ayer, los mercados financieros sometían a escrutinio por vez primera la información revelada el viernes por el Consejo Europeo de Supervisores Bancarios, y no se registraron reacciones sorprendentes, más allá del pequeño castigo a la banca alemana que no había considerado su riesgo en bonos soberanos en la prueba de resistencia. Nada extraordinario en las Bolsas, en emisiones o en el interbancario, como si los inversores conociesen las entrañas de la banca europea. Eso sí: el euro remontó y la prima de riesgo de España se relajó de forma muy notable.

Las dudas sobre las economías europeas se fundamentan en unos pocos agujeros negros que tienen que ser esclarecidos. Las autoridades monetarias han hecho su trabajo, unas con más rigor y profesionalidad que otras, y han desnudado, al menos en España, la evolución prevista de los riesgos y las cuentas de resultados de la banca hasta límites rayanos con la revelación de secretos industriales. Aunque siguen apareciendo interpretaciones pesimistas sobre el desempeño de las entidades en los próximos años, siempre en función del riesgo potencial que se le asigne a cada tipo de activo, parece evidente que la banca europea no alberga en sus jardines muertos que justifiquen la paralización de la actividad interbancaria. Por tanto, las operaciones entre entidades deberían recuperar la normalidad, para que la paralización del crédito sea imputable a cualquier circunstancia, pero no a un interbancario inane.

España necesita como el primero de los países que el flujo financiero se recomponga, porque depende como ningún otro de la financiación exterior, teniendo como tiene un déficit por cuenta corriente aún por encima del 5% del PIB, pese al recorte que ha infligido la crisis. Dado que ha sido el punto de mira de los mercados financieros en los últimos meses, que han encarecido y restringido la financiación al Estado, a las empresas y al carrier de ambos (la banca), ha dado un paso al frente en todas sus líneas tras años de resistencia, abriendo procesos reformistas que no deben parar en ningún caso.

El sistema financiero ha mostrado su solidez; pero tiene que culminar el proceso de reestructuración iniciada, recapitalizando las entidades menos fuertes en los mercados, tanto aquellas que suspendían el examen de mayor exigencia al que las ha sometido el Banco de España, con escenarios económicos de crisis severa, como las que exhibían solvencia un poco por encima del aprobado. Sólo así recuperará el que fue el sistema financiero más solvente y mejor supervisado de Europa el prestigio y las condiciones para volver a prestar "cuando regrese la demanda solvente", tal como admite Fernández Ordóñez.

Para que regrese la demanda solvente hay que culminar el trabajo en muchos otros frentes, pues la confianza depende sólo en parte del striptease de bancos y cajas. Depende en proporciones mayores de las reformas en los mercados de bienes, servicios y factores para ensanchar el crecimiento potencial, de tal forma que proporcione una generación de empleo que devuelva las cifras de paro desde los valores sonrojantes de hoy a otros más aceptables. Se han dado pasos notables en algunos campos, y sólo intenciones en otros. Tienen que cristalizar todos: flexibilidad en el mercado de trabajo; certeza sobre el futuro del Estado de bienestar (pensiones y desempleo); un mercado eléctrico equilibrado en generación y costes; un sistema educativo basado en el mérito; un sistema fiscal que incentive el ahorro y la inversión en nuevas actividades, y todas aquellas reformas que garanticen la seguridad jurídica que precisa todo emprendedor, independientemente de su tamaño y ambición, para poner negocios en marcha. Todas juntas devolverán la confianza, cambiarán las expectativas y harán que la demanda solvente regrese.

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