Una de pronósticos
Nadie dijo que esto de hacer pronósticos resultase cosa fácil. Cabe preguntarse incluso hasta qué punto es útil, pues no es infrecuente que las decisiones sobre hacer o no hacer, dependan en gran medida de si quien decide, asume que ocurrirá esto, o esto otro. Es algo que poco a poco va dejando lugar a herramientas de control de riesgos, creo que más útiles y fiables, pero ¿cómo renunciar a algo tan atractivo como dar con la fórmula que nos permita adivinar el futuro?
Surge estos días la duda. Después de semanas en las que ha sido preciso poner el 150% de la atención en la zona euro, la temperatura europea baja algún grado, y el interés se desplaza a EE UU. Al fin y al cabo, ya hay allí cierto camino recorrido en búsqueda de la recuperación autosostenida, y algún balance parcial parece estar preparándose. Cualquiera que siga a Paul Krugman, Premio Nobel de Economía 2008, ha podido leer el despiece que con ocasión del informe de empleo de junio hacía sobre el estado del mercado de trabajo. Y no era este uno de sus discursos más pesimistas. También hace unos días, Robert Prechter, un veterano del análisis técnico, decía que estamos ante una fase bajista de los mercados de proporciones asombrosas, la mayor en 300 años. En sus cálculos, el Dow Jones caerá por debajo de 1.000 puntos en cinco o seis años.
Con semejantes antecedentes, me permito arriesgar un pronóstico bastante más modesto, y que hay que tomar en su dosis prudente: Podemos estar a las puertas de un repunte más fuerte del euro frente al dólar. Esta recuperación puede devolvernos durante un tiempo a valores de los 1,30. Ni mucho más, ni mucho tiempo. El resultado del "órdago español" tras haber forzado la publicación de las pruebas de resistencia de los bancos europeos será clave.
José Manuel Pazos. Socio director de Omega IGF