La ley de cajas cierra el círculo financiero
El Gobierno aprueba hoy, con un real decreto, la reforma de la Ley de ârganos Rectores de las Cajas de Ahorros (Lorca) para cerrar el círculo que rearme al sistema financiero para soportar los rigores de la crisis y contribuir a superarla con mayor disponibilidad de capital y liquidez. Es, además, el primer acuerdo serio del que participa el Partido Popular, lo que garantiza su tramitación parlamentaria acelerada y no problemática, así como su aplicación sin dilación.
El proyecto ha sido consensuado también con el comité ejecutivo de la CECA, garantía adicional nada despreciable de que los mecanismos de capitalización y los criterios para la formación de los consejos pasarán del terreno intelectual del debate a la práctica diaria de la gestión. La reforma llega tarde, porque España acumula dos años largos de crisis conociendo perfectamente la debilidad de la mitad de su sistema financiero, tanto por la acumulación excesiva de activos muy depreciados, como por la existencia de corsés que restan capacidad de maniobra profesional a los responsables de las entidades. Pero más vale tarde que nunca, y por bien empleada debe darse la demora, si los cambios, sumados a los procesos de fusión reales y aparentes de los últimos meses, dejan a las cajas en situación de competir sin riesgos en la concesión de crédito.
Las cajas podrán captar recursos propios en el mercado por hasta un 50% de su patrimonio en forma de cuotas participativas para reforzar su capital y hacer frente a los activos con más riesgo. Y aunque se ha eliminado el límite a la participación de un solo cuotapartícipe (topado en el 50%), seguirá excluido de la gestión, y su presencia servirá de termómetro en el mercado para calibrar la calidad del capital, del crédito y de la gestión de cada caja.
Pero no menos importante es el giro en la profesionalización de los órganos de gestión, con la exclusión total de los políticos electos, que tanto daño han hecho a algunas entidades condicionando la política de inversiones, y que en algunos desgraciados casos han terminado con la intervención del supervisor y se han tragado cantidades nada despreciables de dinero.
Los defectos más notables de la legislación han sido corregidos, con la participación directa de la filosofía de las dos grandes cajas y sus primeros ejecutivos, y sin vulnerar el ADN de las entidades. Sólo falta ejecutar las fusiones reales que están en marcha, y convertir las operaciones de concentración institucional en instrumentos que diversifiquen el mercado natural de las cajas, geográfica y sectorialmente, para que contribuyan a recuperar la actividad crediticia lo antes posible. Si han sido motores de crecimiento en el pasado, deben serlo en el futuro, para que el sistema financiero se sacuda las críticas externas y recupere la imagen de rigor, profesionalidad y solvencia de los últimos 15 años.