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Columna
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Un consejo a Sarkozy

Una heredera multimillonaria de 87 años, un viejo gigoló, una disputa familiar, acusaciones de fraude fiscal e incapacidad mental: los franceses sólo habrían podido pensarlo en Nueva York. Pero es en París donde Liliane Bettencourt, dueña del 30% del gigante de cosméticos L'Oréal, ha sido demandada por su hija, y el caso tiene algunos puntos locales: las posibles presiones sobre el poder judicial, las escuchas ilegales y la intromisión del Ejecutivo francés.

Françoise Bettencourt Meyers, la única hija de la fundadora de L'Oréal, afirma que su madre ha caído bajo el encanto desagradable de un fotógrafo de celebridades de 63 años, hasta el punto de legarle 1.000 millones de euros. Liliane replica que está sana de mente y espíritu y que puede hacer con su fortuna lo que le plazca. Françoise apenas notará la pérdida, ya que su participación en la empresa supone 14.000 millones de euros.

Es un escándalo que da juego al negocio de los chismes, pero mayor repercusión ha tenido el impacto político. Nicolas Sarkozy se ha visto envuelto por dos razones. Una mala: uno de los miembros clave de su gabinete ha sido acusado de aceptar donaciones de Liliane y su esposa acaba de renunciar como gerente de la fortuna de ésta en medio de rumores sobre evasión fiscal. Y una tonta: Sarkozy justifica su implicación en el temor de que el grupo francés fuera vendido a la suiza Nestlé, que posee el 29,6% del capital, y con el que Bettencourt está obligada a cumplir el pacto con los accionistas.

En realidad, el presidente galo no debe involucrarse en el caso a una distancia de tres metros. Las preocupaciones sobre el futuro de L'Oréal no tienen sentido. Nestlé no está apurada por aumentar su participación y no puede hacerlo, siempre y cuando Liliane viva. Cuando llegue el momento, los derechos de suscripción suizos estarán por encima de las acciones de Bettencourt, que puede optar por ejercerlas o no. Pero el futuro de L'Oréal no está en juego e incluso, si así fuera, no debe haber nadie de Sarkozy. Parece que el presidente está perdiendo una oportunidad para hacer lo mejor: alejarse.

Pierre Briançon

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