El 73% de los españoles no espera mejoras económicas en el resto del año
Los españoles son bastante más pesimistas que la media mundial respecto a la situación económica del país y la suya propia, y extienden ese pesimismo al futuro más cercano. Sólo uno de cada cuatro espera que la economía mejore en los próximos seis meses, y un tercio teme que alguien de su círculo más cercano pierda el empleo en ese plazo.
La recesión ha quedado atrás, pero los españoles siguen sin confiar en el futuro económico del país ni en el suyo propio, al menos a corto plazo. Esas percepciones dejan al país entre los más optimistas del planeta, según una macroencuesta de la firma francesa de investigación de mercados de Ipsos Public Affairs. El estudio, realizado mediante más de 18.000 entrevistas en 24 países que representan tres cuartas partes del PIB mundial, revela un descontento generalizado con la manera en que los gobiernos respectivos están manejando la coyuntura económica. Así, sólo el 39% cree correcta dicha actuación, un porcentaje que cae drásticamente hasta el 17% en el caso de España. Sólo el Ejecutivo de Bélgica, con el 14%, tiene menor aprobación en materia económica. De forma similar, sólo el 8% de los españoles califican de fuerte a la economía del país, frente al 30% de la media mundial.
Pero el especial pesimismo español no se ciñe a la situación actual, sino que se extiende hasta el horizonte del medio plazo: apenas uno de cada cuatro encuestados (27%) cree que la situación económica del país mejorará dentro de seis meses, en tanto que el 73% restante no espera mejoras antes de que acabe el año. En este caso, la distancia respecto a la media mundial (31% de optimistas) es algo menor que en el de la situación actual, y queda bastante por encima de Francia (sólo un 7% de optimistas).
Algo parecido sucede cuando se pregunta a los españoles sobre la situación de sus finanzas personales: sólo uno de cada cuatro la califica de "fuerte", y uno de cada tres se muestra optimista respecto a su evolución futura. En ambos casos, los españoles vuelven a mostrar un mayor pesimismo que la media mundial. Los síntomas de desconfianza se extienden también al ámbito del empleo, donde un tercio de los españoles cree probable que él mismo o algún familiar o amigo pierda su puesto de trabajo antes de que acabe el año. En este caso, los españoles son los más pesimistas de entre los 24 países analizados.
La mayoría de ciudadanos quiere leyes protectoras sobre la actividad empresarial
Si se traslada el análisis desde las percepciones hasta las realidades, es innegable que la economía española salió de la recesión en el primer trimestre del año, pero no lo es menos que la tasa de paro ronda el 20% y no hay señales de que ese nivel pueda reducirse sensiblemente hasta que pasen varios años.
Jorge Díaz-Cardiel, director corporativo y de opinión pública de Ipsos, interpreta esa situación de acuerdo con los acontecimientos económicos más recientes: "El Gobierno ha aprobado un duro programa de ajuste que supone pérdidas de poder adquisitivo para varios grupos de población. Eso se traslada directamente a la percepción sobre la situación económica y genera un círculo vicioso: a menor confianza, menor consumo, menor producción y menor empleo. Y la elevadísima tasa de paro ahonda en la pérdida de confianza".
Otra de las conclusiones del estudio señala que los países emergentes se llevan la palma en cuanto a optimismo, tanto sobre la actividad como respecto al empleo, con Brasil, India y China liderando la mayoría de las clasificaciones. En cambio, el optimismo desciende drásticamente en Europa y, en menor medida, en Estados Unidos.
La globalización, positiva
Coincidiendo con la reciente celebración de la cumbre del G-20 de Toronto, la firma Ipsos ha realizado también una encuesta sobre la percepción que tienen los ciudadanos respecto al fenómeno de la globalización, que arroja algunos resultados llamativos. Por una parte, son mayoría quienes creen que la apertura comercial es beneficiosa para el mundo, pero el porcentaje es mucho más alto entre los países emergentes que entre los desarrollados. Así, el 92% de los chinos valoran el fenómeno, por un 87% de indios y sólo un 56% de los españoles. Eso indica que, frente a lo que sugieren algunas corrientes ideológicas que asocian globalización con imperialismo económico, el primer fenómeno resulta altamente apreciado entre los países a los que más afecta.
También resulta chocante la percepción ciudadana respecto a las empresas multinacionales: dos tercios de los ciudadanos consultados creen que son más poderosas que los gobiernos, y tres de cada cuatro creen que influyen en gran medida en la acción política de estos. En el caso español, los porcentajes respectivos alcanzan el 77% y el 79%. A la vista de esa situación, el 75% de los encuestados en el mundo abogan por que sus legislaciones sean más agresivas a la hora de regular la actividad empresarial, porcentaje que aumenta hasta el 83% en España.
Díaz-Cardiel explica la diversidad de las percepciones por la propia incidencia de la globalización. "Los ciudadanos de países emergentes son muy favorables porque observan que la llegada de multinacionales genera empleo y riqueza en sus países. En cambio, en los países ricos la deslocalización ha pasado de ser un vocablo para economistas a estar en la calle, asociado a la preocupante pérdida de empleos. Así, no es extraño que los ciudadanos exijan a sus gobiernos que pongan coto a lo que interpretan como una carta blanca a las multinacionales".
El reflejo de los fundamentos económicos
El análisis de la percepción de la situación económica de los distintos países lleva a concluir que, de forma abrumadora, los más optimistas se encuentran entre los emergentes, en tanto que Europa concentra buena parte del pesimismo. Esa tendencia no es en absoluto caprichosa, sino que supone un fiel reflejo de los fundamentos económicos de cada zona. La última década, y más concretamente el final de la misma (coincidente de la crisis financiera internacional) ha puesto de manifiesto una creciente resistencia de las economías en desarrollo a las turbulencias creadas por los países ricos. Así, países como China o India han mantenido envidiables velocidades de crucero que rondaron el 10% y el 7% de crecimiento del producto interior bruto, respectivamente, mientras la Unión Europea raramente superaba el 2%, porcentaje algo menor que el de Estados Unidos.Además, se ha consolidado un cambio de paradigma, por el que los emergentes ya no sufren con efectos multiplicadores las crisis ajenas. Basta observar que, en lo más duro de la última recesión global, la actividad económica de China e India se resintió de forma muy moderada, hasta el punto de seguir creciendo a ritmos cercanos al 6%. Mientras las caídas del PIB de Estados Unidos, Japón, Alemania o el Reino Unido alcanzaban niveles no vistos desde la Segunda Guerra Mundial. El cambio de paradigma se observa igualmente en las clasificaciones de competitividad, en las que cada vez aparecen en puestos más cercanos a la cabeza países como Malasia, Indonesia o los citados China e India.