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Columna
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Beneficios y límites del poder del BCE

El BCE se ha ganado una palmadita en la espalda. El pasado año decidió comprar 60.000 millones de euros de cédulas hipotecarias, lo que ha revitalizado un mercado que estaba roto para este tipo de deuda bancaria de bajo riesgo. Pero a medida que el programa llega a su fin, está claro que no todo el mundo puede emitir cédulas hipotecarias. El episodio pone de relieve los límites tanto como los beneficios de la intervención.

En mayo de 2009, el BCE se comprometió a comprar estos títulos durante 12 meses. La idea era poner en marcha el mercado primario, que se había paralizado por los temores sobre la solvencia bancaria. Funcionó. Hasta ahora se han emitido en Europa más células hipotecarias que en cualquier otro periodo comparable anterior. Las mayores turbulencias de los mercados del mes pasado causaron un temblor, pero la emisión ha repuntado de nuevo.

El principal beneficio del programa fue psicológico: los inversores estaban dispuestos a comprar cédulas hipotecarias porque el BCE parecía dispuesto a apoyar el mercado a la primera señal de debilidad.

El riesgo de que el fin de las compras del BCE deshaga todo esto es pequeño. Las emisiones de cédulas hipotecarias han eclipsado el nivel de las compras del BCE. Eso sugiere que el mercado puede funcionar sin los apoyos de la institución.

Pero los inversores siguen siendo selectivos. Ningún banco español o portugués ha vendido cédulas hipotecarias desde abril, en medio de crecientes temores sobre las consecuencias de una quiebra soberana para los bancos. Los márgenes sobre los títulos españoles son mayores que cuando el BCE comenzó a comprar. Los bancos más necesitados están ahora peor que hace un año. El BCE podría extender el programa de compras en un intento por ayudar a los bancos españoles o portugueses. Pero probablemente no funcionaría. Puede que sea necesario algo más radical, como una nueva prórroga a las operaciones de refinanciación del BCE o la compra directa de deuda de calidad inferior.

Las compras de deuda pública puede ser un buen remedio cuando los mercados se han agarrotado por completo y los inversores se niegan a comprar incluso los títulos de bajo riesgo. Pero la intervención sólo se puede hacer tanto para contrarrestar las legítimas preocupaciones de los inversores por el riesgo del crédito.

Por Neil Unmack

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