La falacia de la austeridad
Lo comentaba hace pocos días un experto: "Me apostaría una cena a que antes de fin de año estamos otra vez con planes de estímulo económico en medio mundo". De acuerdo con las últimas instrucciones proporcionadas por los inestables y ciclotímicos mercados, resulta que el problema de la economía mundial es el equilibrio de las cuentas públicas de un puñado de países, entre ellos España.
Así, de un tiempo a esta parte, y mezclando las turbulencias de los mercados con notables dosis de política, algo de demagogia y alguna gota de moralina, resulta que la austeridad es la cura para los problemas. Y esta mezcolanza de conceptos acaba por pesar más que la lógica. La economía española se puede dividir en tres sectores; el público, el privado y el extranjero. Y los tres no pueden ser ahorradores netos, es decir, si el sector público y el privado están en superávit, el sector "resto del mundo" debe ser deficitario; el resto del mundo importa más de lo que exporta o, dicho de otro modo, la balanza comercial del país es positiva.
Este sencillo juego aritmético de equilibrios se olvida al hablar de austeridad. Un país no puede a un tiempo ahorrar en el sector privado y en el público a no ser que mantenga un constante superávit exterior -el dinero tiene que ir a algún sitio-. La tesis de la austeridad pública y privada puede ser válida para Alemania, pero no lo es en absoluto para los países tradicionalmente importadores.
Obviamente, en el día a día manda más la presión del mercado que la teoría. Y los Gobiernos han adoptado medidas para tratar de evitar que la experiencia griega de profecía autocumplida se repita. Pero nada garantiza que los mercados mantendrán su obsesión por la deuda pública durante más tiempo. De ahí la previsión del experto antes citado; cuando el mercado cambie de tercio y se preocupe por el riesgo de depresión económica, habrá que lanzar otro plan de estímulo. nrodrigo@cincodias.es