Un vertido que trastoca la agenda de Washington
El desastre de British Petroleum empieza a monopolizar la labor de Barack Obama.
Agencias que se solapan para regular pero que en la práctica terminan creando vacíos de supervisión, aumento de riesgos y falta de regulación acorde con los avances en la innovación. ¿La industria financiera? No sólo. A grandes rasgos, y según investigaciones preliminares, los mismos problemas han aquejado a la industria petrolera. Y como diría Nassim Taleb, de nuevo un black swan - un episodio posible pero improbable- lo ha puesto de manifiesto.
El caso ha vuelto a dividir a una clase política que se debate entre alimentar la adicción al petróleo a un relativo bajo coste o hacerlo de una forma más segura y cara. Es un black swan (cisne negro) que se ha convertido en prioridad en la agenda de Barack Obama y empieza a monopolizarla.
El episodio ocurrió el 20 de abril, cuando un accidente destrozó la plataforma Deepwater Horizon con la que se explotaba el pozo Macondo, propiedad de BP, en las aguas de alta mar del Golfo de México. Fallecieron 11 personas y, según las últimas estimaciones del Gobierno, desde ese día se vierten al mar diariamente entre 25.000 y 30.000 barriles de crudo, el doble de lo calculado hasta el jueves.
La investigación del accidente, que ha empezado un panel formado por las autoridades de la Guardia Costera y el Servicio de Gestión Mineral (MMS, en sus siglas en inglés) ha revelado, entre otras cosas, que el incremento de la exploración de mayor riesgo en aguas profundas no vino acompañada de una mayor supervisión y regulación, sino de excepciones a las normas que no se actualizaban y de un mayor papel de la industria para autorregularse. Adicionalmente, el MMS, encargado de la supervisión, tiene graves problemas de corrupción y no ha contado con medios suficientes. Como revelaba recientemente The Washington Post, desde 1985 sólo ha añadido siete inspectores más a sus filas. Y todo ello pese a que los accidentes se han multiplicado por cuatro en la última década y el ritmo de vertidos se han incrementado más que el de producción, según la MMS. El desastre ha puesto de manifiesto la necesidad de un nuevo orden, pero en Washington el crudo divide a los políticos.
Barack Obama buscó recientemente el consenso con los republicanos para sacar adelante una nueva ley energética y medioambiental. Por ello, asumió el lema energético de los conservadores: "Drill, baby, drill", del que Sarah Palin es musa, y se enfrentó a su propia base política, que ahora le echa en cara que lo hiciera sin revisar los fallos del sistema. Tras el accidente ha declarado una moratoria de seis meses para poner orden en este disfuncional sector y así ha conseguido es poner en la ofensiva a unos republicanos que siguen demandando que se amplíe la producción por motivos económicos y de seguridad nacional.
En un juego político durante un año electoral, desde la oposición apenas se nombra a BP y sólo se hace énfasis en lo que se considera que es "falta de liderazgo de Obama en la crisis". Las consecuencias del accidente han separado más a los dos partidos y sin colaboración, la reordenación de la industria, más allá de los cambios administrativos, será difícil. Las perspectivas de un acuerdo para la ley energética quedan en el limbo.
Bobby Jindal, gobernador republicano de Luisiana, uno de los estados más afectados, es uno de los críticos con el presidente y ha pedido que se levante la moratoria para no perjudicar al empleo. El gobernador de Misisipí, Haley Barbour, aducía que en su estado apenas había "unas bolitas de crudo" y que lo que iba a devastar la economía era la moratoria. Los republicanos no han renunciado a su agenda, porque según un estudio de Pew Research, el 54% de la población apoya la explotación en alta mar: el 74% de los votantes republicanos y el 41% de los demócratas.
Obama vuelve esta semana, por cuarta vez, al Golfo. Antes ha cancelado un viaje a Indonesia y Australia y aunque está intentando sacar adelante un estímulo para las pymes, su tiempo se está copando con la tragedia del Golfo. Es una situación que de no tener remedio rápido podría parecerse a la de 2005 cuando el huracán Katrina devastó Nueva Orleans y la agenda de George Bush.
Los pensionistas lo tienen crudo
El último cálculo del vertido diario hecho por la Administración (entre 25.000 y 30.000 barriles diarios) presenta un doble problema para BP. El primero es la pérdida de credibilidad de una empresa que minimizó el vertido. El segundo es lo que les va a costar hacer frente al desastre, una cuenta que depende de lo vertido.En Goldman Sachs creen que cada barril tiene un coste en responsabilidades civiles y limpieza de 40.000 dólares lo que eleva la cuenta a deber de BP a 80.0000 millones de dólares.Ante estas sumas, crece la presión en EE UU para que se elimine el dividendo de la empresa. En 2009 pagó por este concepto 10.500 millones de dólares, lo que la convierte en un valor favorito de los planes de pensiones británicos y americanos. La supresión de esta retribución sería un revés para los pensionistas.Obama se reunirá con el presidente de BP, Carl Henric Svanberg el miércoles el sábado está previsto que hable por teléfono con el primer ministro británico, David Cameron, por primera vez. En la agenda, Afganistán, Irán, la crisis y, por supuesto, BP.
Barack Obama
"Las leyes en vigor no han sido las adecuadas para una crisis de esta magnitud. Cuando se aprobó la Ley de Contaminación de Petróleo nadie pensaba en explotaciones a 6,5 kilómetros de profundidad"