Poniendo España a trabajar
Parece que la muy esperada reforma laboral española puede decepcionar. Las esperanzas de que los sindicatos y los empresarios lleguen a un acuerdo se desvanecen, lo que significaría que un debilitado Gobierno podría imponer una aguada reforma en el disfuncional mercado de trabajo español.
Aún no hay detalles de lo que pasará, pero aquí se presenta una lista con cuatro puntos con lo que debería de pasar.
En primer lugar, debería de ser más fácil contratar. La cuña fiscal española -la diferencia entre lo que una empresa paga a sus trabajadores y lo que recibe- es demasiada alta, situándose en un 38%. Una brecha menor haría que fuera más barato contratar y animar a más empresas y trabajadores a dejar la economía sumergida, que representa hasta un 23% del PIB español, según la asociación de inspectores de Hacienda, Gestha.
En segundo lugar, debería haber más incentivos para que los desempleados trabajen de nuevo. Hay demasiadas historias de trabajadores que cobran paro mientras trabajan en negro. No es una coincidencia que una de las regiones con mayor tasa de actividad de economía sumergida -las islas Canarias, según Gestha- sea también una de las que tienen mayor tasa de paro. El Gobierno también debería hacer más por estimular a los trabajadores para que salgan y encuentren un trabajo, quizás ajustando el cobro del paro en el tiempo. A veces sale más rentable esperar a que se agote el cobro del paro antes que ponerse a trabajar.
En tercer lugar, la negociación salarial colectiva debería descentralizarse. De esa manera, podrían ajustarse los salarios a tiempos más difíciles. La alternativa es más pérdida de empleos y quiebras de empresas.
En cuarto lugar, debería de darse un gran paso hacia un contrato de trabajo único, haciendo que los contratos temporales sean más generosos para los trabajadores y menos pesados los contratos y trabajadores fijos para las empresas. Esto podría no ayudar mucho en el corto plazo, pero sigue siendo importante.
El problema real de la reforma laboral no es aprobar los cambios. El Gobierno puede imponerlos de manera unilateral. El mayor obstáculo es aplicarlos sin que se produzca una reacción masiva por parte de los sindicatos. El Gobierno se debilita día a día. Es de esperar que la versión final lo refleje.
Fiona Maharg-Bravo