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Louise Bourgeois deja de tejer

Louise Bourgeois. la escultora euro-estadounidense fascinada por el poder mágico de las agujas, ha muerto (el lunes) en un hospital de Manhattan a los 98 años de edad. Nacida en París en una familia de restauradores de tapices antiguos, contrajo matrimonio en 1938 con un profesor estadounidense y desde entonces residió en Nueva York.

Durante seis décadas, su obra ha reflexionado sobre la sexualidad, el feminismo y la vulnerabilidad del falo, con un desgarrado sentido del humor marcado por "la traición" de su padre, que obligó a la familia a convivir con su amante, profesora de inglés de la pequeña Louise.

"Mis esculturas revelan toda una vida basada en el erotismo; lo sexual y la ausencia de sexo lo son todo. (...) El erotismo puede ser real o imaginario, recíproco o no. Hay un deseo, un flirteo, el miedo a fracasar, la vulnerabilidad, los celos, la violencia. A mí me interesan todos esos elementos".

Aunque el poder la ponía nerviosa y en la vida real se identificaba con las víctimas, Bourgeois escribió que "como artista soy una persona poderosa". "Dentro de mi obra, soy asesina, siento el sufrimiento que experimenta el asesino, una persona condenada a vivir siempre acompañada de su conciencia".

Los crímenes de la menuda y gigantesca araña franco-estadounidense reposan hoy en los mejores museos y colecciones del mundo, como potente símbolo de un siglo XX marcado por una nueva relación entre mujeres y hombres.

Las citas proceden de Louise Bourgeois, Destrucción del padre / reconstrucción del padre (escritos y entrevistas 1923-1997), traducción de Rafael Jackson y Pedro Navarro, Madrid, Editorial Síntesis, 2002.

Foto (con móvil): obra de Louise Bourgeois en la bahía de San Francisco (B. dM., agosto 2008).

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