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Crónica de Manhattan

Una frontera en Washington

Cuando se empezó ver claro que la ley de regulación financiera tenía el pase casi ganado, los analistas empezaron a especular qué sería lo siguiente. Hay dos opciones, reforma energética/medio ambiente e inmigración. Quienes gustan de anticipar los pasos de Barack Obama apostaron por la segunda opción ¿Motivos? Históricamente ha habido consenso sobre la necesidad de la reforma (aunque lleva años sin cuajar), puede dar a los candidatos más sensibles con las posiciones de los latinos un voto crucial en las elecciones de noviembre, ¡ah! y no hay acuerdo para la otra ley.

Pero esta apuesta puede ser perdedora.

Obama dijo hace unos días que dado como estaba operando el Senado y lo mal que iban sus conversaciones con los Republicanos en esta cuestión, era difícil que la reforma saliera adelante. "No tengo los 60 votos necesarios en el Senado. Necesito ayuda para hacerlo".

El presidente tiene la dificultad de que el partido en la oposición está dividido ante la inmigración y prefiere, de momento, la estrategia ya conocida del "no a todo" mientras coquetea con la línea dura.

Para los conservadores, el problema es que en un ambiente político en el que dominan los extremos, la dura ley de Arizona, aprobada hace algo más de un mes, les ha puesto en una situación incómoda de cara a su electorado. Esta ley permite que la policía pida la documentación a quienes vea sospechosos de estar ilegalmente en el país.

A la mayoría del partido en Washington no les gusta y, en el pasado han sido partidarios de una reforma que permita un regularización, pero al calor del extremismo conservador del movimiento Tea Party, la ley de Arizona ha ido ganando popularidad y los candidatos que la cuestionan ven caer su intención de voto. Es el caso de Meg Whitman, ex presidenta de Ebay y candidata a la nominación de este partido para gobernar California. Su opositor, que estaba lejos en las encuestas, se ha acercado tras decir que Whitman era contraria a la ley de Arizona.

En Washington dos senadores, entre ellos John McCain, han apostado por la línea dura y presentado un proyecto de ley para desplegar 6.000 miembros de la guardia nacional en la frontera. Con esta iniciativa, McCain, hace una pirueta política pues en la época de George Bush propuso con Ted Kennedy una ley de reforma que ahora no parece apoyar.

Su petición está fuera de lugar porque solo el comandante en jefe, el presidente, puede ordenar el despliegue. No obstante, Obama decidió mandar 1.200 efectivos y volvió a conminar a la oposición a buscar un acuerdo para la reforma.

Los republicanos siguen calculando si les compensa perder el voto latino y así será difícil que la ley salga adelante en el apenas mes y medio que queda de sesiones en el Congreso antes de las vacaciones. Si se abre el debate antes del verano, Obama arriesga que ocurra como con la sanidad, que con el Congreso cerrado, la política se marque desde los distintos foros populares (townhall meetings) donde se terminan imponiendo las tesis extremas del Tea Party.

La situación para los inmigrantes sigue en el aire con el agravante de que sea por cálculo político sea por que cree en ello, Obama está mostrando mano dura y las deportaciones están superando a las de la era Bush.

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