El problema son los ingresos, no los gastos
El techo de gasto del Estado para 2011, presentado hoy en Consejo de Ministros por la vicepresidenta segunda del Gobierno, Elena Salgado, supone un esfuerzo presupuestario de austeridad sin parangón en los últimos 30 años de historia económica del país. Los 122.256 millones de euros de gasto máximo anunciados (excluidas las transferencias a las comunidades autónomas) suponen un recorte del 7,7% sobre el presupuesto inicial de este año, en términos homogéneos, algo nunca visto en la democracia.
A falta de mayores concreciones, el Gobierno se dispone a reducciones generalizadas y de gran cuantía en todas las áreas. Ya se puede adelantar que los recortes para los ministerios serán muy superiores a ese 7,7% global debido a que, como ha reconocido la propia Salgado, se debe descontar del presupuesto general, la creciente partida del servicio de la deuda financiera, entre otras. De esta forma, los recortes podrían superar el 10% en muchos departamentos ministeriales.
Pese a todo, este gran esfuerzo de austeridad puede no ser suficiente para recortar el déficit público al 6% del PIB el año que viene. Como vienen avisando muchas instituciones, el principal problema con que cuentan ahora las finanzas públicas españolas no es el del gasto sino el de la generación de ingresos futuros y el de la falta de reformas estructurales que los fomenten. Nadie, ni siquiera el Gobierno sabe a ciencia cierta la factura en el crecimiento económico que supondrá el decreto de ajuste en el gasto público que acaba de aprobar ni el efecto sobre el consumo de la subida del IVA que se aplicará a partir de julio. Hay quien aconseja al Ejecutivo a que espere a septiembre, mes en el que tradicionalmente presenta los presupuestos al Congreso, para hacer pública una composición de ingresos lo más fidedigna posible, habida cuenta de que de la credibilidad de los Presupuestos depende en gran medida la respuesta que den los mercados en las próximas semanas.
Al aspecto macroeconómico se le suma también el político. El Gobierno deberá medir con lupa los ajustes que hace en el gasto y en las estimaciones de ingresos si no quiere que los escasos apoyos parlamentarios que le quedan le sean negados. En la pelota del Ejecutivo está ahora la posibilidad de diseñar unos presupuestos creíbles o unas cuentas públicas nacidas muertas antes de su alumbramiento.