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Columna
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Tres caballos de carreras

La estrella de las elecciones generales británicas solía ser un indicador de tendencias. Medía los votos que cambiaban de uno de los principales partidos al otro. Funcionaba cuando las elecciones eran una contienda entre laboristas y conservadores. Pero tras la reactivación de los demócratas liberales, esa instrumento de medida ya no es tan útil.

Las apuestas sobre los resultados proporcionan otra guía. En Betfair, un 52% apunta a que no habrá mayoría absoluta, un 46% opina que los conservadores ganarán, y un núcleo duro de un 2% da la victoria a los laboristas. Pero ahí no acaba la historia. Para gobernar, un partido necesita una mayoría mínima de alrededor de 20 escaños. Unos menos, y la imposición de medidas duras, sería imposible.

La devaluación de la libra está ayudando a revivir la economía de Reino Unido, se han reconstruido los balances de las compañías, y los dividendos están subiendo. Si los tipos de interés se mantienen bajos, las acciones deberían seguir atrayendo compradores. Pero un parlamento sin mayoría podría ensombrecer esta perspectiva. Una alianza entre laboristas y LibDem parece difícil. También parece descabellado sugerir que Nick Clegg, líder de LibDem, se convierta en primer ministro gracias a un pacto. Ha impresionado a los votantes, pero las peculiaridades del sistema electoral suponen que acabará con menos del 15% de los parlamentarios.

Una coalición formal entre los conservadores y LibDem parece poco probable. Lo más probable es una frágil alianza hasta que uno de los partidos vea su oportunidad y desencadene nuevas elecciones. Desgraciadamente, la vuelta a la simplicidad del indicador de tendencias es poco probable y las acciones no prosperarán en ese limbo político.

Neil Collins

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