Sí, pero bien hechas
El pasado febrero, el ministro de Trabajo, Celestino Corbacho, volvió a poner las prejubilaciones en la picota señalando que "había que prohibirlas en las empresas con beneficios". Durante un largo periodo, en España hemos disfrutado de una bonanza económica que parecía que iba a durar siempre.
En aquellos momentos, las empresas necesitaban reforzar sus plantillas para hacer frente al ingente volumen de negocio, pero las vacas flacas han llegado, y no todas las compañías pueden soportar el cambio. Para que no se hunda el barco es necesario aligerar el peso de la nave, pero sin menospreciar a los profesionales que durante años han dedicado su tiempo y su capacidad remando para que la empresa mantuviese su rumbo y no se fuera a pique.
Uno de los instrumentos más útiles a la hora de reorganizar las plantillas es la prejubilación. Esta fórmula permite a la empresa enfrentarse a una nueva etapa en la que será necesario reducir el número de los profesionales para equilibrar la plantilla con la carga de trabajo. Para la compañía, es una oportunidad de introducir savia nueva en el equipo. Además, las prejubilaciones son una medida socialmente aceptada que reporta beneficios para la Seguridad Social, al permitir percibir cotizaciones hasta el retiro y pagar una pensión más baja al adelantarse la jubilación.
El profesional también encuentra beneficios porque la prejubilación mediante una póliza asegura sus ingresos hasta la jubilación, como si estuviesen cobrando un sueldo. Además, no tendrán que preocuparse de dónde invertir su dinero para periodificarlo hasta la jubilación. En algunas profesiones se permite la incorporación a un nuevo trabajo para compensar el descenso del sueldo que se experimenta gradualmente hasta la jubilación.
La intención del Ejecutivo es elevar la edad mínima de prejubilación desde los 52 años hasta los 58. Con esto se quiere evitar que las empresas utilicen la prejubilación para soltar lastre aun cuando no lo necesitan. Estas prácticas empresariales crean una mala opinión sobre las prejubilaciones, que en muchos casos son un mal menor y la única salida que tiene una empresa para evitar entrar en pérdidas y subsistir.
En definitiva, las prejubilaciones son una herramienta de gestión útil en una situación en la que es difícil equilibrar la balanza de pagos. Es un instrumento armónico que atiende a las necesidades de la empresa y del prejubilado de forma equitativa. En muchos casos es inevitable acometer prejubilaciones, ya que de no hacerlo la empresa no podría salir adelante y, finalmente, no serían sólo unos pocos los que tuvieran que abandonar el barco, sino toda la plantilla.
Ana Matarranz. Directora general de Willis Iberia