La reforma laboral pendiente
El maltrecho mercado laboral español, que ha superado ya con creces la barrera de los cuatro millones de parados, lleva más de un año esperando el devenir de la negociación de la reforma laboral. Un proceso que ya naufragó el pasado verano debido al programa de máximos que la patronal puso sobre la mesa y al inmovilismo de los sindicatos sobre prácticamente todo lo que no fuera aumentar la protección social. En los últimos días, sin embargo, Gobierno y agentes sociales parecen haber encarado la recta final de la negociación del diálogo social tripartito.
La presión de los mercados, las recomendaciones de numerosos organismos internacionales y la acuciante situación del desempleo han convencido al Gobierno de la necesidad inmediata de acometer una reforma estructural del marco laboral. Sobre el tablero de juego parecen estar, por primera vez, todas las piezas necesarias. Todos coinciden en apuntar a los jóvenes, que sufren una tasa de desempleo del 40%, como el colectivo sobre el que más urge actuar. Para ello, se propone redirigir hacia este grupo las bonificaciones a la contratación y crear un plan específico de empleo para aquellos que abandonaron sus estudios en la época de fácil acceso a un mercado de trabajo bien remunerado.
Se apuesta, también, por fomentar el empleo a tiempo parcial, en un intento por acercarse a una Europa capaz de conciliar la vida profesional y familiar. Unos y otros han puesto sus ojos, además, en el llamado modelo alemán, un sistema que combina la reducción de jornada y salario con prestaciones sociales, para impedir que las empresas sigan ajustando costes por la vía del desempleo.
Gobierno, patronal y sindicatos han encarado la recta final de la negociación del diálogo social tripartito
El coste del despido
Más polémica ha generado la entrada al debate de otro modelo europeo, el austriaco. æpermil;ste establece un fondo, alimentado por la empresa, que el trabajador arrastra a lo largo su vida y va consumiendo en caso de ser despedido. El tema de la contratación se ha convertido, sin embargo, en la batalla central de la negociación. La cruzada de la patronal por abaratar el coste del despido se ha encontrado con el rechazo frontal de los sindicatos. Desde el Ministerio de Trabajo abogan por potenciar el ya existente contrato de fomento del empleo, con una indemnización más baja, como camino intermedio. Del juego que surja entre la adaptación del ejemplo vienés, la simplificación del despido justificado y la fórmula contractual que mejor acabe con el mal endémico del empleo temporal debe fraguarse el núcleo de la reforma laboral. Pendiente queda, también, el futuro de las agencias privadas en la intermediación laboral, que a su vez pone en evidencia las fuertes carencias del sistema público español, incapaz de dar empleo a más del 3% de la población desocupada.
Sindicatos y patronal dieron ya recientemente un importante paso para recuperar el consenso social. La firma del acuerdo de negociación colectiva, con incrementos moderados de los salarios hasta 2012, supuso una vuelta a la concertación, perdida el pasado año. El acuerdo que firmaron incluye el compromiso de abrir la caja de Pandora del sistema de convenios colectivos para modificarlo desde dentro. Un proceso que esconde la llave de la tan nombrada flexiseguridad, un mercado en el que las empresas ganen en margen de maniobra y los trabajadores vean mejoradas sus condiciones.