La mejora de la actividad no exime de las reformas
En las últimas semanas se han encadenado una serie de datos que, juntos, incitan a construir un relato más optimista de la situación económica de España que el mantenido en los últimos trimestres. De hecho, incluso podrían haber cambiado el sesgo de la actividad económica tal como la cuantifica la Contabilidad Nacional, y ofrecer el primer crecimiento positivo de la producción en tasa intertrimestral entre enero y marzo, después de encadenar dos años de crisis aguda. El Banco de España hará una primera exploración de tal análisis la próxima semana, y Estadística lo confirmará con altas dosis de seguridad mediado mayo. Bien es verdad que el comportamiento de la economía en el primer trimestre de 2009 es el más contractivo que se recuerda en varios años, y que basta con un ligero cambio en el estado de ánimo de los consumidores para que el sesgo de la actividad se torne positivo.
El pequeño repunte en las ventas de casas, con un reflejo simétrico en la recaudación fiscal; la mejora del consumo de los hogares, reflejado en el gasto financiado con tarjetas de crédito; el alivio ya constatado en la actividad turística, tanto en visitantes como en gasto; la espectacular mejora de las ventas de automóviles en los dos o tres últimos meses, aunque sea apuntaladas en las ayudas fiscales del Gobierno; la mejora de los ingresos fiscales por IVA conocidas ayer mismo; o la mejora de la evolución del empleo en abril desvelada ayer por el Gobierno, aunque en ningún caso compense la severa pérdida de ocupación de los tres primeros meses del año registrada en la Encuesta de Población Activa; así como otras variables menores, indican que algo se mueve. Lo suficiente como para que pueda considerarse que la economía se está estabilizando, pese a que persista el avance del desempleo, y que el pesimismo que se ha adueñado de los agentes económicos españoles, y del Gobierno también, quede definitivamente atrás.
Pero en estos momentos es cuando más necesario es controlar los accesos de euforia, cuando más imperioso se hace vigilar la autocomplacencia para no caer en ella y esquivar las obligaciones de cada uno. La confianza en que la recuperación de la economía española llegará cuando lo haga la del resto de los países debe ser completamente desterrada para ejecutar la política económica reformista que propicie una salida airosa de la recesión, y que permita, más pronto que tarde, recuperar los niveles razonables de riqueza y de empleo. El Gobierno debe volcarse en un itinerario de cambios normativos ambiciosos, mejor negociados que impuestos, para ensanchar el crecimiento potencial de la economía y facilitar de nuevo una vigorosa creación de empleo y una recuperación de las finanzas públicas, ahora cuestionadas por los mercados.
Las pequeñas mejoras de la actividad no pueden en ningún caso ocultar que la situación fiscal de España es delicada, y que un contagio continuado del riesgo griego o portugués dificulta y encarece la financiación del Tesoro, restando musculatura para una inversión pública que tiene pendientes saltos cuantitativos importantes en infraestructuras o educación. Los alivios detectados en los ingresos están en parte inducidos por la retirada de la ayuda de 400 euros y por operaciones de consumo de largo plazo estimulada fiscalmente, como la compra de coches o casas. Las advertencias del BCE sobre las cuentas de España, así como la creciente prima de riesgo asignada por los mercados, hacen ineludible un plan fiscal ambicioso tanto en el recorte del gasto como en la solidez de los ingresos, y una política económica de flexibilización de los mercados de bienes, servicios y factores que dé garantías de crecimiento sólido, tanto de la economía como del empleo.
Ningún Gobierno ha invocado tanto el pacto y el reformismo con una producción tan limitada en ambos aspectos, aunque la colaboración de la oposición ha sido en este caso decepcionante. Las etapas quemadas del calendario empiezan a agotarse, y cada vez es más evidente que esquivar hoy los sacrificios es inequívoca señal de que habrá que hacerlos más abultados mañana. Mercado de trabajo, energía, administración judicial, agua, formación, sistema financiero, etc., precisan de una reforma que no puede esperar. De ellas depende que los pequeños datos que componen un relato positivo de la actividad no se diluyan y frustren la recuperación.