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Columna
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Las dudas y las certezas para la inversión

Una noticia buena y una mala para el inversor. Los resultados empresariales han recuperado la tendencia alcista tan pronto como lo ha hecho la recuperación económica en las principales economías del mundo, con incrementos esperado de dos dígitos en casi todos los mercados; pero la tragedia griega sigue atenazando las expectativas y las decisiones en la zona euro, y en sus países periféricos con más intensidad. En condiciones normales, el peso específico de los resultados empresariales en las decisiones de inversión debería decantar el ánimo del dinero en favor de la compra de participaciones en sociedades cotizadas, circunstancia que en todo caso se producirá en el largo plazo. Pero la incertidumbre griega es poderosa, pues ni siquiera el viernes las bolsas se sacudieron plenamente las dudas cuando Atenas reclamó el rescate europeo y del FMI, y las heridas del sistema financiero no están del todo suturadas, como demuestran las sospechas de fraude de la banca de inversión americana y las recurrentes peticiones, no atendidas, de recapitalización hechas fundamentalmente en Europa. Otra cuestión es si cada país resuelve sus particulares dificultades para desatar un nuevo ciclo de crecimiento y riqueza.

Los analistas del mercado conocen de la dificultad de elegir rumbo en una situación como esta, en la que las dudas y las certezas se muestran por igual, y en la que decantarse supone asumir más riesgo de la cuenta. Pero las apuestas comienzan a estar ya del lado de la sobreponderación en la renta variable, con unas zonas más seguras que otras (sobre todo Estados Unidos tras el agotamiento de los emergentes), y donde el largo plazo compensará sobradamente los riesgos y las incertidumbres que aflorarán puntualmente en el corto y medio plazo. Con esta advertencia temporal, las carteras se diseñan ya en torno a valores tecnológicos, de consumo cíclico, farmacéuticas, determinadas firmas industriales, y en buena parta comienzan a aparecer los sesgos hacia una banca que ha experimentado en muchos casos excesivos correctivos en los precios de sus acciones.

Además de la revalorización que sin duda el largo plazo siempre proporciona, dado que sin hacer grandes esfuerzos pueden encontrarse compañías con buenos fundamentos de negocio que escasamente recogen el valor contable en sus cotizaciones, las valoraciones empresariales siguen siendo buenas oportunidades de retorno aunque sólo sea vía dividendo. La rentabilidad media por el pago a los socios en las bolsas europeas oscila entre el 4% y el 6%, con valores ciertamente atractivos en empresas cuyos sectores pueden estar casi al margen de los daños finales de la crisis económica.

Pero como en todo tiempo revuelto, y en atención a las dudas que persisten en el horizonte, la diversificación del riesgo es de manual. Para aprovechar ulteriores ajustes puntuales de los índices, que pueden coincidir con las sacudidas que los mercados financieros provoquen a propósito de las dudas sobre las capacidades de pago de los estados, como hasta ahora ha ocurrido con Grecia, los analistas recomiendan mantener una parte significativa en liquidez, así como no perder de vista las posibilidades que pueden encubrir las inversiones inmobiliarias, aunque en este caso España no aparece en ninguna de las apuestas. La oportunidad de los productos de pasivo, con los que la banca ha abierto una nueva batalla en España, debe ser igualmente considerada como una parte de la cartera, e incluso como una posibilidad con fuerza en el caso de los inversores más conservadores. Las rentabilidades ofrecidas superan notablemente a la inflación.

La renta fija también absorbe las preferencias de los expertos. La crisis financiera abrió una ventana de oportunidades con la avalancha de emisiones de bonos corporativos en 2009, aún no culminada, con las que las empresas bien calificadas financieramente trataban de esquivar las dificultades de refinanciación que le presentaban los bancos a sus proyectos de negocio. Además, hoy hay empresas con mejor rating que muchos Estados, tras las dudas destapadas sobre las verdaderas posibilidades de repago de las haciendas de los países con ratios de deuda más elevados y con sombras sobre su crecimiento futuro. Por tanto, mejor una buena empresa que un Estado con solvencia cuestionada.

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