Las cenizas volcánicas y la seguridad aérea
Los pasajeros nos hemos acostumbrado a volar a la hora prevista, en vuelos económicos, con máxima seguridad, en aeropuertos con infraestructuras de primer orden. Incluso admitimos las incómodas medidas de seguridad por nuestro bien. Todo esto se consigue con el trabajo de miles de personas que garantizan el transporte aéreo. Pero las fuerzas de la naturaleza superan los diseños aeronáuticos.
¿Por qué no deben volar los aviones con cenizas volcánicas? Sencillamente porque no están certificados para ello. Esto requiere años de ensayos, pruebas y verificaciones que garanticen que el diseño de la aeronave es correcto y seguro. Certificar el vuelo en condiciones de aire con partículas de diferentes minerales exige diseñar motores y aeronaves con materiales diferentes. Mientras esto no se consiga, las autoridades de aviación civil no autorizan. ¿Por qué no se ha realizado antes? Las aeronaves vuelan porque la fuerza aerodinámica las sustenta y se equilibra con el peso y por ello, por ejemplo, si pretendemos conseguir aviones resistentes a impactos y meteoritos, tal vez sería necesario un peso excesivo y lo haría imposible.
La aviación está en continua evolución de mejora desde sus orígenes hace apenas un siglo, lo que hace pensar que su viabilidad está condicionada por la necesaria vinculación a la seguridad aérea.
Las aeronaves están diseñadas para volar en aire con atmósfera estándar donde se producen en altísima frecuencia todos los vuelos comerciales. Cuando un desastre natural como un volcán aparece se decide evitarlo porque sus consecuencias pueden ser dañinas.
Las cenizas volcánicas afectan de tres formas principales a las aeronaves en vuelo: su impacto sobre el turborreactor incide en los álabes desgastándolos y en la cámara de combustión pudiendo producir el apagado de los motores con una sustancia formada con el material fundido. Sobre las diversas superficies de impacto a unos 900 km/h de vuelo de crucero de un avión comercial se desgastan las superficies como si fuera una lija, contamina el sistema de ventilación y puede producir fallos eléctricos. Por otro lado, afecta a los sensores pudiendo provocar señales erróneas.
Existen incidentes como el de un Boeing 747 en 1982 sobrevolando la isla de Yakarta, se pararon los cuatro motores debido a las cenizas que provenían de un volcán de la isla de Java. En aquella ocasión se evitó la tragedia y a unos 4.000 metros se consiguió poner en marcha los motores. En 1989 otra aeronave atravesó una nube de cenizas en Alaska provocando un fallo múltiple de motores y eléctrico, con reencendido en vuelo de los motores. Por ello, se vigilan los volcanes activos para evitar sobrevolar zonas con cenizas que no se detectan con los radares de a bordo y que por la noche no serían visibles.
La IATA (Asociación Internacional del Transporte Aéreo) ha explicado las innumerables pérdidas económicas que representa para las aerolíneas el estar con los aviones sin volar, del orden de 250 millones de dólares diarios. Es una desgracia que estas cosas ocurran y máxime en un entorno de crisis económica pero debe imperar la seguridad y evitar el riesgo, delimitando las zonas donde hay cenizas.
Quisiera destacar que actualmente se ha aprobado la transposición de una directiva de servicios europea (Ley âmnibus) que afecta a varias leyes como son las referentes a los colegios profesionales de ingenieros, y se debate la próxima aprobación de un Real Decreto sobre visados. En este punto, recalco la necesidad del visado que garantice que la seguridad aérea está realizada por profesionales competentes como los ingenieros aeronáuticos porque afecta directamente a la seguridad de las personas, tanto las infraestructuras aeroportuarias, la navegación aérea, como las aeronaves.
Disponemos del operador de infraestructuras más importante del mundo, tenemos el segundo destino turístico mundial, 3 de cada 4 personas llegan en avión y garantizamos una red aeroportuaria de gran eficacia para el desarrollo económico de nuestro país.
La nube de ceniza que cubre Centroeuropa pone de relieve la importancia del transporte aéreo en nuestros días y su incidencia en la economía mundial.
No nos podemos empeñar en controlar la naturaleza hasta el extremo que controlemos todos los fenómenos naturales, esto sería inviable.
Alejandro Ibrahim Pereira. Secretario del Colegio Oficial de Ingenieros Aeronáuticos de España