El guía verde de Repsol
El responsable de la nueva división de energías renovables de la petroquímica ha demostrado su compromiso, tanto en la política como en la empresa privada
El ascenso de Josu Jon Imaz en el grupo Repsol, al que llegó hace año y medio cuando fue nombrado presidente ejecutivo de Petronor, su filial al 85%, no ha supuesto ninguna novedad para los que le conocen. A este apasionado de la montaña, el holding petroquímico le ha propuesto afrontar una nueva cumbre empresarial, hasta ahora inexplorada, y poner en marcha una unidad de negocio orientada a las nuevas energías, básicamente renovables, bioenergía y reducción de emisiones de CO2.
Con Antoni Brufau, primer ejecutivo de Repsol y su mentor, le une una buena amistad. La relación nació cuando Imaz era consejero de Industria del Gobierno vasco y Brufau intentaba, desde Gas Natural, mover los resortes para preparar el fallido intento por controlar Iberdrola. Ahora quiere tenerle más cerca.
En la polémica discusión sobre la política inversora de Repsol, puesta en cuestión por Sacyr, el directivo catalán escuchó y confió plenamente en él. Imaz le cautivó con su empatía para convencerle de la necesidad de que Petronor destinara cerca de 900 millones de euros, la mayor inversión industrial del País Vasco, a la mejora de los procesos de producción de su planta refinera en Muskiz (Vizcaya), con el objetivo de garantizar su continuidad y poner en marcha una instalación de coque y otra de cogeneración. Ambas permitirán mejorar su eficiencia y reducir las emisiones de CO2 a las atmósfera a partir de 2011.
Poco amigo de los lujos y aficionado a la montaña, tiene claro que el tiempo previsto para su familia no es negociable
Brufau, varios colectivos de ecologistas -que cuestionaron ese proyecto- o más de una institución vasca reticente a firmar las necesarias licencias, son sólo una parte de una larga legión a los que Josu Jon Imaz ha encandilado a golpe de trabajo, entusiasmo, sacrificio y formación. Los centuriones que le han acompañado en su trayectoria política y en la empresarial dicen que es, o ha sido, el mejor jefe que han tenido. Afirman que es capaz de delegar, exigir y convencer a sus colaboradores de la importancia de su trabajo para que, al final, hagan siempre lo que él pretende.
El responsable de la futura energía verde de Repsol apuntaba desde chiquitín. Nacido en 1963 en Zumarraga, una localidad guipuzcoana donde los cruces ferroviarios y la metalurgia forjan a sus parroquianos, perdió a su padre a los ocho años. Este suceso, posiblemente, le sirvió para acentuar su pasión por la familia. En el colegio de La Salle, los frailes se las arreglaron para adelantarle un curso de la EGB a la vista de un potencial todavía incipiente. Criado en la austeridad y en un ambiente donde el euskera era la lengua de comunicación, hizo una pequeña trampa y aseguró tener 16 años, cuando en realidad había cumplido 15, para poder afiliarse al PNV, la formación nacionalista a la que todavía pertenece y que llegó a presidir desde diciembre de 2003 a 2007.
Doctor en Ciencia Químicas por la Universidad del País Vasco, financió la carrera con becas y con los ingresos de sus empleos de verano, principalmente de camarero.
Poco amigo de los lujos, su mujer y sus tres hijos pequeños son los motores de su vida. Adecúa su agenda laboral para cultivar a la familia y dice a su allegados que desde su paso a la iniciativa privada ha ganado tiempo para dedicarlo a los suyos.
Hace dos años aprovechó una conferencia de Antoni Brufau (otra vez aparece el presidente de Repsol), titulada Geopolítica de la energía, para asegurar a sus íntimos que el pronunciado de la intervención del que hoy es su jefe resumía cuatro de sus grandes pasiones: la geografía, la cartografía, la política y la energía.
Donde pasa deja su huella amable y conciliadora. Nunca mira hacia atrás, ni pretende ser una referencia para sus sucesores. A la política llegó porque suponía un compromiso y era un ámbito que no quería dejar pasar, pero tampoco donde permanecer. El que fuera presidente del PNV, la formación política más votada en Euskadi, siempre ha pensado que en política hay una puerta de entrada y otra de salida. Y, considera que ya ha cruzado las dos.
Su liderazgo en el Partido Nacionalista Vasco estuvo ligado al consenso y al pragmatismo, y siguió los ejemplos de históricos dirigentes de su partido, como José Antonio Aguirre, primer lehendakari del Gobierno vasco, Manuel de Irujo o Javier Landaburu, a los que conocía a través de su bibliografía. Sin olvidar sus profundas convicciones nacionalistas, se alejó del soberanismo de Ibarretxe o Arzalluz, al que sucedió al frente del PNV. Esta decisión le llevó a renunciar a una pelea interna por la reelección para evitar una fractura en su partido.
Generoso en el esfuerzo y militante de los valores y los principios, dejó bien claro que su apuesta por Euskadi no se acaba con la política. Tras permanecer, junto con su familia, seis meses en Estados Unidos, donde ejerció como investigador invitado en la Kennedy School de Boston, Brufau le llamó para ofrecerle la presidencia de Petronor. Era su oportunidad porque, como señaló entonces, "hay muchas maneras de hacer país". Así que debía aprovecharse. Desde entonces ha impulsado el Cluster de la Energía, es uno de los promotores del coche eléctrico y, ahora, tiene la encomienda de poner la etiqueta verde a Repsol.
Si le ven en un avión a Imaz, aficionado de la Real Sociedad de San Sebastián pero que patrocina al Athletic de Bilbao, déjenle un sitio junto a la ventana. Si no lo hacen, lo pedirá. Durante el viaje les indicará en inglés, francés, español o euskera (en alemán y catalán hará sus pinitos) los montes que sobrevolarán. Todos los tiene cartografiados en su cabeza.