Ha llegado la hora de zanjar la crisis griega
La zona euro debe zanjar de una vez por todas la crisis griega para evitar que un problema económico relativamente menor ponga en peligro la credibilidad y la supervivencia de la Unión Monetaria Europea. Tras cuatro meses jugando al gato y al ratón en los mercados de deuda pública, el duelo entre los 16 países del euro y los inversores ha llegado a un punto de tensión que exige una respuesta política contundente para frenar cualquier especulación sobre el riesgo de quiebra de uno de los socios de la Unión.
Hasta ahora, la zona euro ha alejado ese espectro a base de promesas de solidaridad y declaraciones de apoyo. Pero esos amagos ya no bastan para calmar a los mercados. Incluso esos 30.000 millones de euros, que el Eurogrupo colocó de manera virtual sobre la mesa este domingo, probablemente sólo sirvan para aliviar poco tiempo la presión al alza sobre el coste de la deuda griega.
Los inversores -y los propios ahorradores griegos, que desde comienzos de año han retirado del sector financiero de su país el 4,5% de los depósitos bancarios- necesitan garantías de que Grecia, o cualquier otro socio de la zona euro en dificultades, recibirá la ayuda necesaria y condicionada del resto de países de la Unión Monetaria. Mantener la incertidumbre sobre esa solución de último recurso es contraproducente. Y resulta hasta ridículo si se tiene en cuenta que el año pasado la UE resolvió con mucha más rapidez las dificultades de Hungría, Letonia y Rumanía, países que todavía mantienen su propia divisa.
La zona euro y el Fondo Monetario Internacional (FMI), ya que se ha decidido contar con el organismo multilateral, deben cerrar en los próximos días los detalles técnicos del programa de ayuda a Grecia y dejar claro que ningún obstáculo político -léase, por ejemplo, las elecciones regionales en Alemania del próximo 9 de mayo- obstaculizará su activación en cuanto Atenas lo solicite. Los analistas creen que ese momento llegará inevitablemente entre mayo y diciembre de este año.
Pero Bruselas ya no puede conformarse simplemente con rescatar a Grecia. El Eurogrupo, la Comisión Europea y el Banco Central Europeo deben lograr que el apoyo in extremis a Grecia se convierta en un marco de actuación al que se pueda recurrir en el futuro en ayuda de un socio si llegara a ser necesario. Para ello, deberán fijar unos protocolos de actuación (condiciones de las medidas de apoyo, requisitos para solicitarlas, mecanismos de concesión, etcétera) que doten a la zona euro de un mecanismo de rescate eficaz y ágil. Por supuesto, ha de ir acompañado de una vigilancia estricta previa, para intentar que no sea necesario, y de un exigente programa de reformas, una vez activado. En definitiva, un pacto de estabilidad creíble y un chaleco salvavidas que apriete pero no ahogue.