La profecía de la autodestrucción
En la naturaleza, la primavera es la estación del renacimiento. Este año, las semillas de un renovado crecimiento económico germinan también. No es de extrañar que los inversores tengan también un poco de fiebre primaveral.
El invierno económico ha sido largo y frío. Fue hace casi un año que los optimistas empezaron a ver brotes verdes de recuperación, pero hasta hace muy poco no había noticias inequívocamente fuera de China.
Las flores de la recuperación por fin se abren. En la última semana, se ha anunciado nuevo empleo en EE UU y trabajo temporal en Alemania. También ha crecido una ramita de paz geopolítica entre EE UU y China al alejarse de una confrontación por el valor del yuan.
Los inversores europeos son los más optimistas desde junio de 2008, según Sentix. El dinero parece seguir un estado de ánimo más pletórico. Los diferenciales de crédito se han reducido y las acciones suben -el índice MSCI World ha ascendido un 8% desde febrero-. El petróleo, el activo más especulativo, ha aumentado un 21%.
Parte del dinero fluye desde activos percibidos cómo más seguros hacia otros con más riesgo. El Gobierno de EE UU tiene que pagar más por su financiación -el rendimiento de los bonos a 10 años subió desde un 3,6% hasta situarse en un 4% desde febrero-. Eso está aún por debajo del 4,4% de la última década, pero mayores rendimientos en el corazón financiero del mundo podría afectar la recuperación económica -y a los mercados-.
El problema es que el crecimiento económico todavía depende de fertilizantes financieros y monetarios. Los déficit públicos no se reducirán pronto. Pero mayores rendimientos podrían volver a malograr el sistema financiero -los tipos hipotecarios están directamente vinculados a los bonos del Tesoro-. El impulso del crecimiento puede ser lo suficientemente fuerte para arrastrar al mundo financiero a una senda saludable. Pero, por su propio bien, los inversores podrían ser un poco menos optimistas.