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Tribuna
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Debate nuclear

Si levantamos la vista de lo que estamos leyendo, prácticamente nada de lo que hoy es de nuestro uso corriente existiría sin la energía industrial. Todo se mueve por energía y todo se produce mediante energía.

El consumo de energía de una nación es uno de los principales índices para establecer su lugar en el ranking mundial de potencia económica. El consumo de energía per cápita determina claramente, hoy en día, el nivel o calidad de vida de un país. La energía se produce, o se compra y se vende, en términos de mercados internacionales se importa o exporta. La necesidad de importar supone una grave dependencia de terceros, tanto a la hora de negociar los componentes de nuestras balanzas comerciales, como en cuanto a poner sobre la mesa nuestro valor estratégico.

España importa grandes cantidades de energía, sin cuyas importaciones nuestro nivel de vida y nuestra capacidad productiva se resentirían gravemente. Importamos gas de Rusia y Argelia principalmente, energía eléctrica de Francia e indirectamente de otros países comunitarios. Para la producción autónoma dependemos de importaciones de petróleo y de carbón y, tan sólo de un modo muy limitado e insuficiente, de la energía hidráulica y de las energías alternativas. La de origen nuclear es un porcentaje muy importante de la energía eléctrica de los países desarrollados y en breve lo será de los países en vías de desarrollo. De los cientos de nucleares en el mundo y en las decenas de años que llevan funcionando sólo hay un caso de desastre nuclear.

Si el plan inicial de nucleares español no se hubiese abortado, por razones fundamentalmente ideológicas que no técnicas o económicas, nuestra crisis económica sería otra, pues nuestros costes de producción serían otros y nuestra autonomía energética absolutamente diferente.

Ya que vamos a dejar a las próximas generaciones unas obligaciones financieras duramente onerosas, teniendo que hacer frente al actual deterioro de nuestras cuentas públicas y con una infraestructura productiva deteriorada y obsoleta, al menos debiéramos intentar dejar una capacidad de producir energía con suficiente autonomía para consumir e incluso exportar.

El riesgo nuclear, en la medida que existe y no en la cuantía que es pura demagogia, ya nos rodea por todas partes. Los efectos de cualquier accidente en una central nuclear de los países que nos rodean, productores de energía eléctrica que nos exportan, recorrería la Península de lado a lado. Ya vamos con retraso, pero la carencia de un honesto debate sobre la energía nuclear es un verdadero delito político que a todos atañe.

Elisa Martínez de Miguel. Socia de Neumann International

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