Europa contra el especulador
Miguel Rodríguez
Europa se ha levantado en armas contra la especulación financiera. Aunque el trasfondo de la crisis ha sido el estallido de una burbuja crediticia sin precedentes, alimentada por tipos muy bajos durante demasiado tiempo, es cierto que la ingeniería financiera que se desarrolló en la primera mitad de esta década ha contribuido a la debacle.
Ahora son los CDS los que están en el punto de mira de las autoridades europeas. El papel de los derivados de crédito en la amplificación de la crisis griega ha sido muy debatido en los últimos días, y Europa quiere ponerles coto.
Los CDS, en sí mismos, no son ni buenos ni malos. Depende del uso que se haga de ellos. Es más, como instrumentos para la cobertura de riesgos son una herramienta eficiente, porque permiten cubrirse ante hipotéticos impagos de deuda. Exactamente igual que un seguro.
Otra cosa es el uso torticero que se puede hacer de ellos, contra lo que claman los políticos europeos, y que es especulación pura y dura. Europa no quiere prohibir los CDS, sino evitar que se especule con ellos, es decir impedir que los operadores de este mercado puedan apostar por el impago de un bono que no poseen, porque el efecto es el aumento de la prima de riesgo que, como en el caso de Grecia, ha provocado una crisis de órdago.
Pero quizá, el problema de los CDS no es que se puedan poner cortos contra un bono, como que se trata de un mercado estrecho y opaco, movido por pocas manos. Y a pesar de lo cual, es capaz de contagiar al mercado de bonos soberanos que se presupone líquido y transparente. Pero es lo que tienen los mercados, que todo lo amplifican; los inversores venden primero y preguntan después.
Ahora, que también se puede vender un futuro sobre el Ibex sin poseer una cesta de acciones que replique el índice y nadie se echa las manos a la cabeza. Pero ese es un mercado supervisado, líquido y transparente, y ahí está la diferencia.