Reforma financiera y crecimiento en EE UU
Hasta ahora el debate sobre la reforma financiera en Estados Unidos se ha centrado más sobre sus causas que en sus posibles consecuencias en términos de empleo y crecimiento económico. Los altos niveles de desempleo y la insatisfacción creciente con las políticas económicas están poniendo en el centro del debate la necesidad de la reforma financiera. La economía americana se caracteriza por una creciente complejidad que muestra algunos rasgos de debilidad, especialmente en su vertiente de competitividad exterior. Para que la recuperación económica sea sostenible es imprescindible una reforma en profundidad del sistema financiero para que éste sea capaz de suministrar a la economía el crédito necesario para crecer y ser competitiva.
A pesar de que sigue siendo la mayor economía industrial del mundo, por delante de China y Japón, Estados Unidos es hoy una economía plenamente posindustrial de servicios, que ha perdido más de cinco millones de empleos en el sector industrial durante los últimos diez años. Entre las diez primeras empresas por número de empleos ni una sola pertenece al sector industrial y la mayor empresa del país, Wal Mart, emplea en estos momentos casi a un millón y medio de personas, más que las diez primeras empresas industriales americanas juntas. La intensidad de la competencia y la vitalidad de la economía y un intenso proceso de innovación han promovido la aparición de compañías con ventajas competitivas como es el caso de Google, mientras que se deteriora la posición de aquellas situadas en sectores maduros en declive, como las del sector del automóvil.
Al mismo tiempo, se ha producido una radical transformación en la financiación del consumo, realizado fundamentalmente a base de deuda especialmente hipotecaria Y cuya estructura, debido a la facilidad de acceso a las tecnologías de la información que ha incrementado el poder de los consumidores, es cada vez menos dependiente de las marcas.
A toda esta evolución no es extraña la evolución del sistema financiero de la economía americana, que absorbe un porcentaje creciente del PIB. Esta expansión se ha apoyado en un proceso de titulización que ha transformado los mecanismos tradicionales de financiación de la economía del país, reduciendo la importancia de los bancos en favor de otros intermediarios no bancarios que pasaron de proporcionar el 4% el crédito en el año 1970 a más del 30% en 2008.
Intermediarios como las entidades públicas Fannie Mae, Freddie Mac, que alcanzan casi el 50% de las emisiones de crédito hipotecario, y como los fondos de inversión que controlan casi el 70% del total de acciones emitidas. Por su parte, el sistema bancario, cada vez más concentrado y dominado por un puñado de grandes supermercados financieros, se enfocó progresivamente hacia el crédito al consumo.
En fin, un sistema financiero más poderoso y frágil a la vez, interconectado globalmente pero crecientemente alejado de la realidad productiva del país. Y ello ha tenido repercusiones importantes en las empresas, tanto en su estructura de gobernanza como en su estrategia. Unas empresas enfocadas en los resultados a corto plazo más que en el valor a largo plazo, hasta el punto de que casi la mitad de los beneficios de las empresas del índice S&P 500 provinieron de operaciones financieras más que de sus actividades industriales o de servicios. Lo que ha supuesto también una transformación en el modelo organizativo de la empresa americana, que ha pasado de estar dominada por corporaciones de gran tamaño vertical y jerárquicamente integradas a uno descentralizado basado en pequeñas unidades de producción a lo largo de una cadena de valor normalmente fragmentada.
Todos estos cambios estructurales hacen que la estructura productiva americana se parezca hoy más a la de las grandes cadenas logísticas de distribución que a la de las grandes empresas del automóvil de los años 80, con las implicaciones que ello tiene para los procesos de creación y destrucción de empleo. Es una estructura empresarial cada vez más organizada en forma de red, más fluida y más flexible, pero también más compleja y sensible a choques externos, y más dependiente de los flujos financieros decisivos para acceder a bolsas de conocimiento dispersas por todo el mundo.
La crisis ha provocado una contracción muy notable de crédito y un incremento general de la incertidumbre. La recuperación a medio y largo plazo del empleo y el crecimiento económico dependerá en buena medida de la reforma del sistema financiero. Una reforma que tenga en cuenta la estructura actual de financiación de la economía americana, en el que cada vez tiene menos peso la financiación bancaria y más otros intermediarios en la sombra.
Una reforma que propicie un enfoque centrado en el análisis de los riesgos más coherente y basado en la rentabilidad a largo plazo de las empresas, y que valore adecuadamente el riesgo de las economías domésticas. Una reforma, en fin, que promueva una ventaja competitiva para la economía americana basada en la innovación y el conocimiento.
La mitad de los beneficios de las empresas del índice S&P 500 provinie-ron de operacio-nes finan-cieras más que de sus activida-des indus-triales"
Enrique Alejo. Consejero económico y comercial de España en Chicago