Nostalgia de 1977
Hubo un tiempo, hace sólo tres décadas, en que políticos de toda índole decidieron remangarse y atajar la grave crisis económica que vivía el país, dejando de un lado sus evidentes idearios y programas partidistas. Hace casi 33 años a los firmantes de los Pactos de la Moncloa, desde la gobernante UCD hasta las formaciones de derecha (AP) y de izquierdas (PSOE y PCE, sobre todo) pasando por los nacionalistas vascos y catalanes, les unía el deseo de un bien común, más que el de ganar los próximos comicios electorales. Este deseo no era otro que afianzar la transición política con un pacto económico de mínimos que sacara al país de la recesión.
El gran pacto firmado en octubre de 1977 en Presidencia de Gobierno sirvió para atajar una inflación que llegó a crecer al 44% (un 26% de media en aquel año), un déficit corriente de 5.000 millones de dólares (astronómicos por aquella época) y una tasa de actividad que apenas llegaba al 36% de la población. La destrucción masiva de empleo alcanzaba por entonces a 900.000 personas, sin red de protección.
Las recetas aplicadas entonces y diseñadas por técnicos como José Luis Leal (director de Política Económica), Luis Ángel Rojo (jefe de Estudios del Banco de España), Blas Calzada (director general de Estadísticas) y Manuel Lagares (subsecretario de Hacienda) pasaban por el control riguroso del gasto público, una reforma fiscal para fortalecer los ingresos públicos y la ligazón de los salarios al IPC previsto y no al pasado. Unas recetas que no parecen muy alejadas de la realidad actual pese al paso del tiempo.
Hay quien dice desde los foros económicos que ni José Luis Rodríguez Zapatero ni Mariano Rajoy están a la altura de gigantes políticos de la época como Adolfo Suárez, Felipe González, Miquel Roca o Santiago Carrillo. Ni Elena Salgado, José Blanco o Miguel Sebastián se pueden equiparar a la figura del vicepresidente económico de entonces, Enrique Fuentes Quintana.
Sea cierta o no esta premisa, lo vivido ayer en el Congreso prueba la dificultad existente para alcanzar pactos de Estado pese a que todos los líderes, individualmente lo predican por separado. Ni el Gobierno está dispuesto a revisar su política económica, sobre todo si hay que recortar derechos sociales, ni el líder de la oposición va a asumir las directrices de un Ejecutivo que considera sin ideas y superado por las circunstancias. Treinta años más tarde el país vuelve a enfrentarse al mismo dilema. Se trata de aunar esfuerzos en vez de resaltar diferencias. La pelota está en el tejado de la clase política, mientras la nostalgia de 1977 se instala en la mente de todos.