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Antes la intimidad que las aplicaciones

Nuño Rodrigo - 17/02/2010

Al hilo del congreso mundial de telefonía móvil que se celebra estos días en Barcelona, con permiso de los lectores esta columna se va a desviar de su temática habitual. Aplicaciones, conexiones de banda ancha, cámaras, reproductores de audio y vídeo, streaming, telefonía IP, GPS, Wifi, correo electrónico... Está muy bien todo eso. Son facilidades que tienen los teléfonos de hoy en día, y que seguramente tenga el aparato que descansa al lado del teclado, se usen o no. Es encomiable el esfuerzo de los ingenieros de telecomunicaciones. Pero no son ellos el destino de esta tribuna de hoy, sino sus jefes. Porque todo este esfuerzo tecnológico, que probablemente no sea barato, se hace pensando en facilitar la vida al cliente, o al menos eso es lo que dicen. Pero el cliente, al menos el que firma esta columna, se conformaría con un poquito menos.

Se conformaría con poder hablar por teléfono sin que las compañías que invierten millones en facilitarle la vida se dedicasen con constancia de martillo pilón a acribillarle a llamadas con ofertas presuntamente irrechazables. No es muy normal que, al cabo de la semana, el español medio hable más tiempo con teleoperadores de algún remoto país que con su propia familia.

Telefónica, Vodafone, Jazztel, Orange, Tele2... Queda la duda de si los avispados ejecutivos de estas empresas sufren la plaga de la que son responsables. De si les gusta que les llamen a su casa en el breve momento de relax del que intentan disfrutar después de la cena. O de si a ellos tampoco les hacen caso cuando piden que no se les vuelva a llamar. O de si sufren la kafkiana experiencia de ser acosados por una compañía a la que ya pagan cada mes un buen dinero. En fin, mañana será otro día y esta columna regresará a su temática habitual. Por cierto, que en el rato que ha tardado en ser escrita, el teléfono móvil que reposa junto al teclado ha vuelto a sonar, y no era un número conocido.

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