Tras el espejismo de la videoconferencia móvil
No sé calcular cuántos años consecutivos llevo asistiendo al Congreso de Móviles (Mobile World Congress) de Barcelona (que en un principio se llamó 3GSM y se celebrara en Cannes). Puede que sean diez o incluso más. Si echo la vista atrás tengo la sensación de que, durante todo este tiempo, el resorte que ha movido este ingente enorme esfuerzo de demostración de progreso que es la mayor feria que se celebra en el mudo en torno a la tecnología celular, no es sino un espejismo: la videoconferencia desde el teléfono móvil.
El Congreso de Móviles surgió cuando los aparatos celulares apenas habían traspasado de la tecnología analógica a la celular con ese gran estándar cincelado en Europa que se llama GSM y que se convirtió en la base de la gran revolución social y del inmenso negocio que conocemos con el nombre genérico de "el móvil".
En aquellos años del final de la década de los 90 la telefonía celular GSM había alcanzado el milagro de popularizar "la voz en movilidad" y, crecida por este éxito, prometió a sus seguidores que pronto podría ofrecerles una nueva proeza: las conexiones multimedia sin cable. Esto es, la videoconferencia.
Tengo la sensación de haber acudido, siempre en febrero, al Congreso de Móviles con el objetivo de ver si por fin la industria había sido capaz de hacer realidad la videoconferencia desde al móvil. Año tras año, los avances eran claros, pero insuficientes. La incorporación de la imagen, del color, de los interfaces usables y de la capacidad de infraestructura para hacer todo ello viable en un cada vez más pequeño terminal inalámbrico se antojaba un objetivo a punto de alcanzar ... pasado mañana. Primero fue el espejismo de los portales de internet exclusivamente para móviles; después las primeras pantallas de colores, más tarde la inclusión de fotografías en el menú, los primeros videos.
En una edición del Congreso de Móviles, quizá la del 2002, por fin vi una demostración real de la archianunciada video conferencia móvil, aunque curiosamente el terminal supuestamente celular tenía un cable que lo enganchaba a la red. Era la época de la frustración de las promesas del UMTS, en la que los fabricantes de terminales echaban la culpa a los proveedores de la red de no ofrecer suficiente ancho de banda para hacer viable la videoconferencia, mientras que, por el contrario, estos acusaban a aquellos de no tener listo un terminal con auténticas capacidades multimedia.
Muchos Congresos de Móviles más acá la videoconferencia celular es un hecho consolidado. El problema, como ha ocurrido con otros tantos mitos tecnológicos, es que ahora que el móvil ha conquistado el multimedia y el multimedia ha conquistado al móvil, la videoconferencia es un servicio que ha fracasado rotundamente desde un punto de vista comercial porque ya no le interesa a nadie. El mercado reclama hoy facilidades de internet en el móvil, ofertas de incorporación de las redes sociales al entorno celular, la descarga y el rebote de pequeños videos o de nuevos fenómenos musicales.
Del Mobile World Congress que hoy empieza en Barcelona quizá no debamos esperar otra cosa que ese esfuerzo ímprobo y colectivo de la comunidad tecnológica internacional para prometernos aquello que todavía no está en condiciones ofrecernos y de ilusionarnos con novedades muy vistosas que con mucha probabilidad mañana no nos interesen.