También en Reino Unido y EE UU
Los inversores no están muy persuadidos de que Grecia esté fuera de peligro. El documento de apoyo de la UE ha sido un poco impreciso, y el Gobierno griego está todavía en periodo de prueba. Aunque se dé una ola creciente de pánico, se está pasando a una propagación gradual de confianza en toda Europa. Un alivio especialmente en Lisboa y Madrid, donde sus Gobiernos han intentado persuadir a los compradores para que continúen leales y para convencer a los especuladores para mantenerse alejados.
Al otro lado del Canal de la Mancha y del océano Atlántico, sin embargo, se dan los ingredientes necesarios para que se produzca un drama de deuda pública de proporciones históricas. Los Gobiernos de EE UU y de Reino Unido tienen unos déficits que hace tan sólo unos pocos años habrían sido considerados imposibles en tiempos de paz -ambos a porcentajes del PIB de dos dígitos-.
Como Grecia, ambos países tienen tradiciones de ratios de ahorro bajas y han vendido buena parte de la deuda pública a extranjeros. Hasta el momento, no ha habido casi problemas. Pero en algún momento, los prestamistas pueden pedir un claro cambio de estilo para reducir la deuda. Esto requerirá una transición política difícil para estos Gobiernos derrochadores. Los economistas de Morgan Stanley señalan que para que EE UU estabilice la ratio de deuda pública al 60% del PIB, necesitaría registrar un superávit anual del 1% del PIB. Los griegos deberían ser capaces de gestionar ese cambio, probablemente con la ayuda de la UE. Pero a menos que EE UU y Reino Unido aprendan a igualar gastos con ingresos, las deudas soberanas serán un fardo para la economía mundial. Pero eso no significa que las quiebras sean inevitables. A diferencia de Grecia, EE UU y Reino Unido tienen sus propias monedas, por lo que pueden emplear la inflación para reducir la carga real de sus deudas.
Por Edward Hadas.