Nada es gratis
Nada es gratis (.es) no es sólo el nombre de uno de los blogs de economía más sugerentes que se han abierto en los últimos meses; ni únicamente el mejor compendio de lo que enseñamos los economistas; es también lo que recordaremos dentro de unos meses de la decisión adoptada ayer de salvar a Grecia. El sentimiento general que podemos leer hoy en los periódicos es que este acuerdo refuerza la Unión Monetaria y supone un respiro para otros países que -eventualmente- pudieran estar en circunstancias similares, como Italia o España.
Podemos, por tanto, sentirnos aliviados porque hemos superado con éxito la primera crisis del euro. Nada más lejos de la realidad. Salvar a Grecia no es gratis. No sólo porque alguien deberá poner el dinero, algo que todavía está bastante oscuro, sino porque genera un relevante problema de riesgo moral. Nos referimos al riesgo de que una medida de protección o emergencia haga más probable que el problema se repita en el futuro. El antecedente clásico, como recordaba hace poco Manuel Conthe, es el de los aseguradores de California a principios del siglo XX. Ellos se dieron cuenta de que cuando cubrían el riesgo de incendio de restaurantes chinos, la frecuencia de los incendios de tales establecimientos se multiplicaba.
Sabiendo que al final alguien -léase Alemania- saldrá al rescate, es más probable que los Gobiernos se endeuden en exceso en un futuro o sigan arrastrando los pies en reformas que son impopulares. La experiencia de nuestro país la semana pasada es un excelente ejemplo de lo que nos vamos a perder. Después de pasarnos dos años de crisis mareando la perdiz, si me permiten la expresión, la actuación de los mercados internacionales durante unos días encendió todas las alarmas, obligó al Gobierno a girar y se pusieron las bases para dos reformas estructurales esenciales para salir de la crisis. Lo de la semana pasada fue, en definitiva, un baño de realidad y es probable que no vuelva a ocurrir.
Probablemente la decisión de salvar a Grecia fuera irremediable. No considero tener todos los elementos para poder decir con rotundidad que no habría que hacerlo. Pero no podemos olvidar que va a tener costes. Gobierno, oposición, sindicatos y empresarios en España van a poder continuar este paso cansino que parece acompañar nuestras reformas porque el abismo está más lejos. Lo mismo podría decirse de Italia. ¿Y Grecia? Las medidas le dan un respiro pero no le quitan su necesidad. Si cabe, la red le va a hacer más difícil negociar con quienes pierden en esos ajustes: si ya no hay riesgo de suspensión de pagos, por qué debo ceder tanto, se preguntarán los agentes sociales de ese país. Al final, como en los restaurantes chinos de la California del siglo pasado, hemos inoculado el virus de nuevos incendios en el euro.
Pablo Vázquez. Director de Fedea