Una detonación en cadena
Se ha hablado largo y tendido sobre la formación de una burbuja en el mercado de la deuda soberana. A lo largo de los últimos años, los Gobiernos han emitido ingentes cantidades de papel para financiar la salida de la crisis; una emisión masiva de bonos que ha contado con la complicidad de los bancos centrales, a través de políticas heterodoxas que han inundado los mercados de liquidez. Y en habiendo dinero a espuertas, todos los activos recibieron su dosis, lo que explica el repunte de bonos, acciones y materias primas desde marzo de 2009.
De repente, de un día para otro, los abultados déficits de los Estados han pasado a un primer plano y el mercado se ha echado las manos a la cabeza, con la inestimable ayuda de los especuladores: esa especie que habita detrás de las pantallas y que es bendecida por la élite política cuando da liquidez en los mercados alcistas, pero condenada a los infiernos cuando ataca sin piedad.
Hasta la fecha, las iras del mercado se han concentrado en los países periféricos de la Unión Europea. Pero no es garantía de que en las próximas semanas o meses el rifle no vaya a cambiar su objetivo. El rendimiento de la deuda soberana de países como Estados Unidos o Reino Unido se mantiene a niveles muy bajos, especialmente para la bolsa de deuda que mantienen, y en un escenario que se presupone de recuperación económica.
Así que en el momento en que los bancos centrales retiren las medidas extraordinarias y contemplen subidas de tipos, todo indica que el dinero comenzará a salir de la deuda de los países más desarrollados para buscar horizontes de inversión más benignos. A favor de EE UU juega su divisa, un valor refugio. Pero desde luego la deuda soberana a plazo de EE UU no es un activo con potencial. Así que es probable que el pinchazo de la burbuja de deuda se produzca como una detonación en cadena, aunque controlada: primero han sido los PIGS, pero luego vendrá el resto. mrodriguez@cincodias.es