Medio siglo de saber vivir
El cumpleaños de 'La dolce vita', perfecta excusa para disfrutar de la Roma hedonista.
La excusa para volver una y otra vez a una ciudad como Roma, si es que hiciera falta alguna, es que existen muchas formas de visitarla. Sin dejar de conocer y reconocer los valores de la Roma imperial, la renacentista, la religiosa o incluso la natural de hermosos parques y bellos paisajes del Lazio, el cincuenta aniversario del estreno de La dolce vita es una invitación a recuperar la Roma más hedonista: la de la bohemia, las terrazas, las azoteas y la elegancia algo canalla, retratada en particular por el cine en un puñado de películas míticas.
Anita Ekberg hizo famosa en el mundo entero a la Fontana de Trevi con un baño que despertaba la lujuria de un Marcello Mastroianni convertido para siempre en el envidiado icono de una forma de vida laxa y gozosa. El afortunado actor, tres años después, asistía en otro rincón romano, Piazza Navona, al striptease de una Sofía Loren en la cúspide de su voluptuosidad en Ayer, hoy y mañana, de Vittorio de Sica.
Ambos lugares merecen sin duda una visita, aunque normalmente están saturados de turistas y de terrazas demasiado caras. Además, hay que recordar es que la célebre escena de La dolce vita no puede reproducirse en la vida real: en primer lugar, porque fue rodada en los Estudios Cinecitta, donde se reconstruyó el monumento; y en segundo, porque bañarse en la fuente celebrada por el lanzamiento de monedas está castigado con una multa de 400 euros.
Sin embargo, sí que hay otros elementos de la vida de los paparazzi -término que por cierto nació con esta película- que pueden revivirse hoy. Por ejemplo, recorrer la ciudad en un Fiat Cinquecento o en una Vespa de época, cuyo alquiler facilitas empresas como Nerone (www.nerone.cc). O ascender a la cúpula de San Pedro como hace Mastroianni para contemplar las famosas azoteas de la ciudad, donde con suerte contemplaremos a algunos habitantes de la ciudad entregados al dolce far niente.
El barrio donde esa forma de vida se mantiene de alguna forma es el Trastevere, algo alejado del bullicio monumental del centro de la ciudad. En sus calles apretadas, con fachadas multicolores y el característico adoquinado negro -el sampietrini- los estudiantes mantienen el tono animado de las terrazas, los cafés y los locales de jazz.
Curiosamente, sin embargo, no es La dolce vita, ni Roma, città aperta o cualquier a de las otras grandes películas italianas, la que se mantiene más viva en el imaginario romano, o al menos en sus tiendas de souvenirs. La gran protagonista es casi siempre Vacaciones en Roma (1953), la magnífica cinta de William Wyler en la que el reportero estadounidense Gregory Peck enamoraba a la princesa que brindaba a Audrey Hepburn su primer papel protagonista para Hollywood, y a la postre un Oscar.
La Boca de la Verdad, en la que Peck colocaba su mano, es una visita cinéfila inexcusable, de igual manera que el portal de la Via Margutta, donde ambos se citan por primera vez. Nada más romántico que acudir de uno a otro lugar en una Vespa, por supuesto, remedando el memorable paseo de ambas estrellas. Los aficionados al cine tampoco dejarán escapar la posibilidad de visitar los estudios Cinecittá, que se jactan de haber albergado el rodaje de 48 películas galardonadas con algún Oscar y la práctica totalidad de las mejores de la historia del cine italiano. Las visitas son algo complicadas, dependiendo de los rodajes que aún se realizan, aunque pronto se abrirá un parque temático anexo a las instalaciones.