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La reforma de las pensiones que viene

El sistema privado como complemento

Los planes de pensiones individuales y de empresa se utilizan también para rebajar la factura fiscal.

El encendido debate sobre la reforma del sistema de pensiones lanza de nuevo a la palestra una figura que todos los Gobiernos animan a utilizar: los planes privados. Su objetivo teórico es el de acumular aportaciones en un fondo revalorizable que, al llegar a la edad de jubilación, sirva como complemento a la nómina de la Seguridad Social.

Alrededor de ocho millones de personas cuentan en España con algún tipo de fondo de pensiones privado, principalmente por aportación de su empresa o por su propia cuanta, aunque también, en algunos casos, por la de alguna asociación profesional. Según Inverco, la patronal de las gestoras de fondos, el número de cuentas de partícipes creció un 1,2% durante el año pasado, hasta los 10.743.788 millones.

El volumen de fondos de pensiones alcanzó en 2009 los 84.789 millones de euros, 6.383 más que en 2008, lo que supone un aumento del 8,1%. Sin embargo, las aportaciones brutas descendieron un 6,7%, para totalizar 5.606 millones. De ellos, 1.584 fueron al sistema de empleo y otros 1.173, a planes individuales de renta fija mixta. Esas cifras reflejan una relativa buena salud del sistema privado, pero el objetivo de servir como complemento a la pensión pública debe ponerse en cuarentena si se considera que los fondos acumulados darían para una mensualidad de poco más de 100 euros al dividirse entre todos los partícipes. De hecho, el patrimonio de los planes individuales (52.345 millones de euros) no llega a la tercera parte del de los fondos de inversión. Lo cierto es que, al menos hasta ahora, los planes de pensiones privados han sido contemplados como un instrumento para reducir la factura fiscal. Como explica José Antonio Iglesias, subdirector de Segurcaixa Holding, el 40% de las aportaciones del año se realizan en la última quincena de diciembre.

El incentivo es claro: las aportaciones hasta 10.000 euros o hasta el 30% de los rendimientos del trabajo anuales, si esta cantidad es menor, se reducen directamente de la base imponible del IRPF; así, una persona que tribute por el tipo máximo del 43% se puede ahorrar 4.300 euros en su declaración. Como corresponde al objetivo teórico del instrumento, si el beneficiario tiene más de 50 años la reducción se amplía hasta los 12.500 euros (o el 50% de los rendimientos laborales, si es menor).

Rendimientos de trabajo

Eso sí: la benignidad fiscal de los planes de pensiones se limita seriamente en el momento del cobro de la prestación. A diferencia de las plusvalías del resto de los instrumentos de ahorro, que tributan al 19% o al 20%, las generadas por las pensiones privadas se tratan como rendimientos del trabajo y, por tanto, tributan al tipo marginal del contribuyente (entre el 24% y el 43%). La parte buena es que Hacienda permite traspasar el capital de un plan de pensiones a otro sin tributación, que sólo se produce en el momento del rescate.

Rentabilidad de largo plazo

A los incentivos fiscales se debe añadir la rentabilidad asociada a cualquier instrumento de ahorro. Con la vista puesta en el largo plazo (para el que están pensados), los fondos de pensiones ofrecen una revalorización considerable: 5,59% de media anual en los últimos 19 ejercicios.

Después del annus horribilis de los mercados en 2008, los planes de pensiones se beneficiaron el año pasado de la buena salud de las bolsas. Así, la rentabilidad media alcanzó el 7,7% (un 9,28%, en el sistema de empleo, y un 6,76%, en el individual). El rendimiento llegó al 27,2% en los de renta variable. Debe tenerse en cuenta en todo instrumento de ahorro a largo plazo las bonificaciones y comisiones y que puedan cobrar las entidades gestoras.

Otro aspecto a considerar es el perfil de riesgo del plan contratado, que normalmente se reduce con la edad de los beneficiarios. Los aportadores más jóvenes pueden permitirse asumir oscilaciones que se moderan a largo plazo, a cambio de la promesa de mayor rentabilidad. Los planes privados, con sus ventajas e inconvenientes, suponen un complemento a la Seguridad Social, aunque están lejos de convertirse en una alternativa.

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