Implicación privada para los servicios básicos
Las fuertes nevadas de comienzo de año sirvieron, una vez más, de test para evaluar el funcionamiento de los servicios básicos, especialmente los que aseguran la movilidad. Aunque los medios de comunicación nos empeñamos en considerar que sólo es noticia el caos, al final ha sido inevitable glosar que las distintas administraciones y las empresas privadas concesionarias no han salido mal paradas de la prueba planteada por este duro temporal. Los servicios básicos funcionaron en España con corrección y resulta notable advertir su mejor respuesta cuando la comparamos con la de países en los que estas infraestructuras esenciales están privatizadas o parcialmente reestatalizadas. El desastre británico se ha convertido ya en un lugar común.
El modelo de colaboración entre los sectores público y privado españoles, encargados en la extensión y explotación de las infraestructuras básicas, esconde la clave del buen comportamiento de los servicios en situaciones extremas.
Este reconocimiento contrasta con la contundente toma de posición durante los últimos meses del ministro de Fomento, José Blanco, en favor del protagonismo de las empresas públicas AENA, Renfe y Adif ante retos de consolidación e internacionalización de estas actividades básicas con las que el Gobierno pretende impulsar una rápida salida de la crisis económica.
El sector privado ha acreditado su capacidad de gestión tanto como AENA, Renfe y Adif
El José Blanco más proactivo y motivado de los últimos tiempos, anunció el martes en el Foro CincoDías ante 400 atónitos altos ejecutivos de estos sectores básicos, que confía en las tres citadas empresas públicas para que lleven adelante la revolución del transporte, y en general de las infraestructuras, que se plantea hasta el final de la legislatura con una disponibilidad inversora de 30.000 millones de euros anuales.
Para remarcar más esta rotunda posición, señaló que regulará por ley una limitación del 30% para la entrada de capital privado en la nueva AENA Aeropuertos, a la que se encomendará, directa o indirectamente, la gestión de las operaciones en las 48 terminales aéreas de la red pública. En el caso de Renfe, el ministro de Fomento descartó "a corto plazo" la privatización aunque sea de un porcentaje mínimo de su capital. Para Adif, por su esencia de gestor de la infraestructura ferroviaria, no se plantea ni a largo plazo su contaminación con la iniciativa privada.
En sólo seis meses al frente del Ministerio de Fomento, José Blanco ha generado vibraciones positivas que no se sentían en estos sectores básicos (en los que la dependencia de la iniciativa privada a las decisión públicas es determinante) desde hacía muchos años. Los estilos de Magdalena Álvarez y de su antecesor Francisco Álvarez Cascos, aun estando en las antípodas, tenían un punto en común de sectarismo, sin que se les pueda negar una indudable capacidad de iniciativa.
Blanco ha introducido en el panorama una muy necesaria capacidad de interlocución y de diálogo que en pocos meses ha permitido desbloquear situaciones insulsamente enquistadas. Con su proactividad y discurso persuasivo, se ha sentido con autoridad para glosar la trayectoria positiva de las empresas públicas que desea convertir en la punta de lanza de la revolución de los servicios básicos que propugna.
Defiende que no hay otra corporación con más méritos y mejor trayectoria en España que AENA para acometer las reformas y a la vez protagonizar el nuevo modelo aeroportuario "eficaz, rentable y descentralizado". En el campo internacional recuerda que gestiona 27 aeropuertos en ocho países. De Renfe no pone en duda que será el operador que explote -¿hasta cuándo en exclusiva?- los servicios de alta velocidad en los 4.377 kilómetros de líneas ultra rápidas que están en servicio o en construcción en España. Además ha marcado un reto imperioso para la ferroviaria: debe convertiste en el eje de la revitalización del mortecino transporte de mercancías por tren, a la vez que se transforma en un operador de servicios transnacionales de pasajeros en la incipiente red integrada europea.
Blanco ha reforzado el papel de Adif como primer inversor del país con un gasto comprometido para el próximo quinquenio de 23.172 millones. 19.000 se aplicarán a la infraestructura del AVE y 4.000 a la mejora y mantenimiento de la red convencional.
Sector privado
El buen rollo que Blanco ha transmitido en su aún corta gestión en Fomento se convierte en expectativa para los responsables del sector privado de las infraestructuras.
El ministro ha formulado una petición de colaboración a las empresas y, en su proverbial franqueza, no oculta que es necesaria para que buena parte del esfuerzo inversor del Estado no compute en el ya muy abultado déficit público. Los empresarios necesitan mayor claridad para comprender, en el nuevo panorama, cuáles serán los rendimientos y retornos del esfuerzo de gasto que se les reclama. Piden a Blanco que aclare si el papel que asigna a la iniciativa privada será la de meros financiadores o de simples concesionarios. Creen que si AENA, Renfe y Adif han demostrado sus méritos para protagonizar la revolución de los servicios en marcha, a ellos también se les debe reconocer una capacidad contrastada en mil batallas para gestionar servicios básicos complejos y no quedar reducidos a simples convidados de piedra.