El gratis total como retroceso
Escribía el pasado martes Fernando Savater en el diario El País a propósito de la iniciativa propiciada con fervor mesiánico por algunos internautas impulsores de la libertad total -es decir, gratis total, porque la libertad es otra cosa- de descargas culturales e informativas en la Red. Estima nuestro autor que por ese camino lo que va a recobrarse es la antigua figura del mecenazgo artístico y literario iniciada en Roma por Gayo Mecenas, consejero personal del emperador Augusto, cuya munificencia favoreció entre otros a Virgilio y Horacio, los cuales le devolvieron su generosidad en forma de loores al régimen imperial. Es sabido que pintores, escultores y literatos tuvieron que buscar a lo largo de los siglos el amparo de los reyes, de la Iglesia, de la nobleza o de burgueses enriquecidos. De forma que su vida dependía de los caprichos e intemperancias de quienes financiaban sus obras y su misma subsistencia. Una buena ocasión para examinar estas dependencias será el seminario que la próxima semana se celebra en Lerma en torno a Mecenazgo y literatura en el Siglo de Oro que dedicará especial atención al Panegírico que Góngora compuso para el valido de Felipe III y se ocupará de la poesía de la alabanza.
De esta situación histórica arrastrada, que les equiparaba al servicio doméstico de los grandes, sólo llegaron a liberarse cuando con la evolución social apareció un público capaz de apreciar y retribuir sus creaciones, lo cual les permitió independizarse de directrices ideológicas impuestas que conllevaba el patrocinio y, en suma, de la interesada tutela de los poderosos. En definitiva, concluye Savater, la desprotección de los derechos de autor devolverá a todos ellos al sistema del mecenazgo que impondrá sus condiciones a los productos que financia. Otra reflexión en la misma línea viene firmada ese mismo día en esas mismas páginas por el escritor Luisgé Martín quien menciona el bombardeo que sufrimos a base de mensajes que predican, con voz epifánica, que internet libera a la cultura de la tiranía de los editores y otros empresarios y se pregunta si estamos seguros de que, de ser así, represente un claro progreso.
Todo lo anterior puede aplicarse de lleno a la información y suscita la pregunta de cómo financiarla. Porque los estudios demuestran que las noticias originales y sobre todo la información que las presenta depurada y con el contraste de veracidad preciso, se genera en más de un 85% en las redacciones de los medios que llamaremos convencionales, mientras que las páginas web se alimentan del canibalismo parasitario. De ahí deriva la ruina de los primeros porque el público se resiste a pagar por aquello a lo que puede acceder gratis. De modo que la cuestión de cómo se financia la información ha pasado a ser capital y a convertirse en cada vez más acuciante en estos tiempos de crisis. Por eso a su esclarecimiento dedicará su VIII Jornada de Periodismo, de próxima celebración, la Asociación de Periodistas Europeos. Su convocatoria se anticipará al encuentro de editores, profesionales y expertos del sector de los medios de comunicación, anunciado el martes por la vicepresidenta primera del Gobierno, María Teresa Fernández de la Vega, con el objetivo de "alcanzar posiciones comunes y poner en marcha soluciones consensuadas en un momento de transición clave para el futuro del periodismo".
Cuentan de Josep Pla que al llegar una atardecida a Nueva York se sintió muy impresionado por las luces de la ciudad y formuló la pregunta clave de quién paga todo esto. En el número 240 del boletín de la sociedad de la información que publica la Fundación Telefónica, Ruth Gamero y Ángel Montero se ocupan de la publicidad del futuro, de los nuevos medios y hábitos en el consumo de la información y de cuándo la publicidad se transforma en información, pero la pregunta de Pla sigue en pie. Continuará.
Miguel Ángel Aguilar. Periodista