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A fondo

El humo en Italia señala dónde está el fuego

Telefónica llegó a un acuerdo en abril de 2007 con tres entidades financieras italianas para salvar a Telecom Italia de caer en las garras del magnate mexicano Carlos Slim y del gigante estadounidense AT&T. El Gobierno local dio el visto bueno, como parece preceptivo en Italia. Es más, la recibió con los brazos abiertos. Eso sí, los nuevos dueños de la teleco firmaron acuerdos para regular hasta la última coma de la sociedad holding con la que controlan el ex monopolio, con mucho cuidado de dejar a Telefónica como la socia con más participación, pero en minoría ante el frente nacional italiano.

Han pasado tres años y los movimientos de Telefónica han sido limitados. La alianza con Telecom Italia ha generado pocos resultados concretos. La española no ha dicho una palabra más alta que otra y ha renovado el pacto de accionistas con los mismos mimbres con los que lo firmó en primera instancia. Es verdad que tiene un poco más de peso en el holding que gestiona los designios de Telecom Italia, pero sólo porque Benetton huyó y el resto se repartió sus acciones con escrupulosa proporcionalidad.

Pero si esa es la foto de la estancia española en Telecom Italia, ¿de dónde vienen los vientos anti-Telefónica, las críticas del Gobierno italiano, las declaraciones de que debe irse y las constantes especulaciones sobre la intención de la operadora ibérica de tomar el control de la italiana?

La respuesta es sencilla: todos saben qué hace Telefónica en el accionariado de Telecom Italia y son conscientes de la debilidad financiera, estratégica y operativa de la compañía que tratan de defender.

Y es que la razón por la que Telefónica entró en Telecom Italia es porque cree en el poder de sumar fuerzas con el ex monopolio italiano, en la necesidad de que el repartido mapa de las telecomunicaciones europeas se consolide de una vez. Por eso, la española aguanta sin pestañear una inversión financiera que no reporta más que pérdidas y un movimiento estratégico cuyos beneficios tendrán que esperar. Telefónica tiene paciencia. Sabe que no será ahora ni a corto plazo. También es consciente de que puede no salir.

Nada de eso preocuparía en Italia si la situación de su operadora nacional no fuera la que es. Telecom Italia era una de las grandes, pero eso fue hace tiempo. Es la única teleco europea que no se ha recuperado del estallido de la burbuja tecnológica. Cotiza muy cerca de sus mínimos, un 85% por debajo de su valor de 2000. Su capitalización no llega a los 18.800 millones de euros, cuando Telefónica vale cuatro veces y media más. Sus resultados tampoco están en su mejor momento, a lo que se suma el lastre de la deuda. Todo ello, cuando las inversiones en las redes de nueva generación fijas y móviles están llamando a la puerta.

Las dudas de que Telecom Italia pueda llegar a algo en solitario están ahí. Y escuecen. De ahí las reacciones en contra. Algunos ya se conforman con el mal menor, como el segundo accionista de Telecom Italia, Marco Fossati. Estaría dispuesto a una fusión entre Telefónica y la italiana. "Tiene sentido industrial", aseguró ayer. ¿Por qué teme a Telefónica el Gobierno italiano? Porque ve lo mismo que Fossati.

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