Valores de dudoso refugio
Hace algunas semanas se hacía pública la subasta de una moneda española por un importe de 800.000 euros. Se trataba del único centén segoviano que existe de 1609. Una pieza de oro acuñada en España con un gran interés histórico, y un grado de extraordinaria rareza dentro de la numismática internacional, que la debe situar en el rango de inversiones patrimoniales.
Sin duda, la persona o entidad que recibió dicha cantidad fue la más beneficiada económicamente por la operación, pero muy probablemente, quien hizo la adquisición consiguió, con gran satisfacción, incluir una pieza única, en su colección de monedas.
Ante esta operación, alguien puede caer en la tentación y sentir una cierta debilidad por adquirir monedas de oro y/o plata de nueva acuñación, como inversión refugio, con el objetivo de especular con ellas y revenderlas en un futuro próximo, consiguiendo gran rentabilidad.
Si esto sucede se darán cuenta, aunque algo tarde, que con el transcurrir del tiempo difícilmente encontrarán un comprador. Pero si esto sucede, la transacción será a cambio de un importante descuento. Además muy probablemente esta persona estará más interesada por el metal en que está acuñada (plata, oro o platino), que por su valor numismático.
Hace también unas semanas, la Fábrica Nacional de Moneda y Timbre anunciaba la emisión de una serie de Joyas Numismáticas dedicadas al centén y al cincuentín. De forma acertada, en su publicidad no hablaba de inversión, sino de una colección numismática. Esta situación hay que hacerla extensible a la filatelia, antigüedades y obras de arte, en donde al igual que la numismática, no existe un mercado secundario regulado.
En relación a la primera de poco sirven los comentarios valorativos, solo hay que tomar como ejemplo lo sucedido a Fórum Filatélico y Afinsa.
En relación a las antigüedades y al arte, y siempre con algunas excepciones, hay que decir que durante estos últimos años se han dejado llevar por una corriente especulativa, en donde algunos han realizado compras a un precio superior a su valor real y que ahora difícilmente recuperarían el dinero invertido, si no fuera también con una prima de descuento, ya que el interesado en la adquisición también querrá invertir a un buen precio.
Finalmente están aquellas inversiones, pero de carácter financiero, en donde se asegura una rentabilidad por encima del mercado. Para analizar este tipo de operaciones deberíamos partir de aquel producto que ofrece una rentabilidad con un mínimo riesgo; es decir que consiga, con una probabilidad alta, recuperar el capital invertido y recibir la contraprestación pactada.
Tendremos que acudir por tanto a las emisiones oficiales del Estado, que ofrece las siguientes rentabilidades: letras a 12 meses (0,93%), bonos a 3 años (2,27%), obligaciones a 5 años (2,86%), a 10 años (3,8%) y a 30 años (4,923%). Cualquier diferencial sobre estos porcentajes con igual vencimiento estará en función del riesgo asumido. Sin duda la codicia lo puede todo y seguramente alguien picará. Utilicemos el sentido común aunque, a veces, parezca el menos común de los sentidos.
Rafael Sambola Puig. Profesor de Finanzas de EADA