Un ingeniero con arrojo
El presidente del grupo Sacyr acalló muchas voces críticas cuando se le adjudicaron las obras de ampliación del Canal de Panamá. Un luchador convencido del éxito de su empresa
Por qué los faraones egipcios dedicaron tantos recursos a construir sus pirámides? ¿Qué impulsó a los griegos a levantar el Coloso de Rodas? O, ya en la era moderna, ¿por qué la Estatua de la Libertad recibe a las embarcaciones en Nueva York y la torre Eiffel preside el skyline parisino? Todos estos monumentos persiguen mayormente dos objetivos, más allá del culto a la personalidad, a los dioses o a los ideales. El primero es obvio: dejar una huella en la historia, asombrar a las generaciones venideras. Y el segundo no es menos evidente: demostrar el poderío de los responsables de su edificación. Salvando las distancias, Sacyr Vallehermoso se ha adjudicado este año un proyecto no menos faraónico que los ejemplos anteriores: la ampliación del canal de Panamá, la mayor obra de ingeniería civil del mundo. Por eso, y por su lucha por el dividendo de Repsol, el presidente de la constructora, Luis Fernando del Rivero Asensio (Murcia, 1949), puede tener la tranquilidad de que cierra el año con un buen balance. Y de que la realización de dicha obra confirma que el grupo Sacyr está entre los grandes.
La ingeniería consiste en la aplicación de la técnica en la resolución u optimización de los problemas o desafíos físicos de la humanidad. El culmen, pues, del reino de la razón sobre los elementos. Y ello, lógicamente, no se hace por amor al arte. Aunque Del Rivero dijo en una ocasión a este periódico que "en este mundo no todo es dinero". Era 2005 y se le preguntaba si merecía la pena construir el mayor puente colgante del mundo, el de Messina (Italia), a pesar de que el sector le diese a la operación un margen de tan sólo el 4%. "Es como participar en la construcción de la pirámide de Keops, es la obra actual de mayor prestigio del mundo", abundó Del Rivero. Al año siguiente se le adjudicó el proyecto a un consorcio en el que participa la constructora gallega, y las obras comenzarán a principios de 2010.
Esta actitud dice mucho de quien ha edificado con arrojo y tesón el que hoy es uno de los principales grupos de construcción del mundo. Y es que Sacyr Vallehermoso ha logrado, pese a su relativa juventud, codearse con las grandes. Por eso se puede -y debe- permitir el lujo de participar en proyectos de prestigio, como el puente de Messina. Y por eso, también, se le encargan proyectos de enorme importancia, como el desarrollo de la obra de obras: la ampliación del canal de Panamá.
Muchos dicen que Del Rivero fue el motor en la sombra de la ambiciosa política de crecimiento del grupo Sacyr
Muchos dicen que Luis del Rivero, ingeniero de Caminos, Canales y Puertos, fue el motor en la sombra de la ambiciosa política de crecimiento de Sacyr ya antes de presidir la compañía. Fundada en 1986 por él mismo junto con otros ex empleados de Ferrovial, José Manuel Loureda, Manuel Manrique y Félix Riezu con 40 millones de pesetas, la Sociedad Anónima Caminos y Regadíos -así se llamó la empresa hasta 1991- fue en sus orígenes modesta. Del Rivero pasó de ser consejero delegado en los años noventa a vicepresidente a principios de la década que ahora acaba. Durante ese tiempo Sacyr acumuló mucha liquidez, que empleó en asaltar tres veces sin éxito a Dragados, en entrar en Iberpistas y en hacerse con Autopista Vasco Aragonesa.
Fue gracias a sus contactos -y a su pasión por el Real Madrid, club del que fue tesorero y vicepresidente con Florentino Pérez- que el magnate Juan Abelló entró en Sacyr como tercer socio, lo que más tarde propiciaría la compra de un 24% de Vallehermoso y su posterior fusión. La adquisición de la Empresa Nacional de Autopistas (ENA) le acabó impulsando a la vicepresidencia y, cuando Manuel Loureda abandonó en 2004 el timón del grupo, Del Rivero, ya entonces primer accionista, le sucedió en el cargo.
Y, a partir de ahí, el murciano dio rienda suelta a sus ideas e inició una ambiciosa política de inversiones. La adquisición de Europistas le permite crear, junto a ENA, la filial Itínere. Amplió, también, la participación del grupo en Repsol YPF, cuyo 20% le convierte en el mayor accionista. E incluso intentó hacerse con un 3% del BBVA. Pero, con todo, y añadiéndole el tempestuoso proceso para entrar en la francesa Eiffage, elevó el endeudamiento corporativo hasta los casi 20.000 millones de euros, con lo que tuvo que iniciar un capítulo de desinversiones que incluyó a Itínere.
Del Rivero es de los que no se callan y de los que presentan batalla. Eso lo dicen los que le conocen y lo corroboran sus acciones. Como la reciente campaña en pro de la subida del dividendo de Repsol para equipararlo a la media del que ofrecen las grandes petroleras mundiales.
La gasolina de dicha compañía y los puentes y carreteras del grupo que preside alimenta y sirven de pista, respectivamente, a su colección de coches antiguos. Porque, a pesar de ser un trabajador incansable y de estar pensando constantemente en cómo hacer crecer la empresa, Del Rivero disfruta en su tiempo libre. Pasa todo el que puede con sus nietos y procura no perderse ningún partido del Real Madrid. Tiene naranjos -y acequias- en Murcia, e incluso apostó por ponerle un aeropuerto. Aunque también va mucho a Cantabria, la tierra de su mujer.
Dicen que es amigable en las distancias cortas, aunque en los foros y comparecencias públicas suele ser muy visceral. Quizá sea por eso que no son pocos los que le consideran algo difícil en las formas. Sea como fuere, aunque le han operado varias veces del corazón asegura que seguirá en el cargo al menos hasta los 65 años. Un hombre, en definitiva, que desborda energía.
A Del Rivero le ha tocado cargar con el sambenito de ser el empresario de cabecera de Zapatero. Aunque ya quisiera éste que a España le hicieran encargos de la magnitud de los que recibe Sacyr.